jueves, 12 de marzo de 2009

La Gárgola (Original 29-1-2009)

Andrew Davidson explicaba, en la carta de presentación que le envió a su editor, las 10 razones por las que “La Gárgola” no debía ser publicada.

En mi modesta crítica, yo voy a enumerar a continuación los 20 puntos por los que la gente debería leerla:


Del primero al décimo se resumen en uno: porque sale Marianne Engel. Y se trata de la obra de un principiante. El día que yo logre un personaje como ése, entonces sí cumpliré mis amenazas. Llamaré al espectro de Orson Welles y juntos crearemos el club de fracasados que no lograron superarse a sí mismos.


El undécimo es fácil: porque se compone de seis historias de amor, desgarradoras de principio a fin.


El duodécimo: por el que es, para mí, el plan de suicidio mejor descrito de la literatura. A partir de ese “click”, ya no pude parar de leer.


El decimotercero: porque el mero trabajo de documentación del autor lo merece. Andrew Davidson dice que invirtió siete años de su vida en “La Gárgola”. Estoy convencida de que, de esos siete, cinco los pasó íntegros en la unidad de quemados del hospital. Los resultados, a la vista están.


El decimocuarto es obvio, en mi caso: porque mezcla en la misma historia “La Biblia” y el “Inferno” de Dante, con el porno, la coca y la morfina. Y lo hace con maestría.


El decimoquinto, que también es fácil de identificar: porque sus páginas están plagadas de gárgolas y grotescos, ángeles de piedra, alas tatuadas y figuras de vidrio. Objetos que hablan por sí mismos, que te introducen en un mundo de desesperada hermosura.


El decimosexto: porque el final es tan previsible que no pude parar de llorar desde la mitad de la trama, intuyendo lo que vendría. Benditas sean las catarsis que me producen los libros.


El decimoséptimo: porque cuando llegué al final me di cuenta de que no tenía ni puñetera idea de cómo se llamaba el protagonista. Y no me importa, porque Fulano o Mengano tocó mi alma de todas formas…


El decimoctavo: por la soberbia primera escena en que aparece Marianne Engel. Su primera frase (Te has quemado. Otra vez) da una idea de lo incondicional e irracional de su amor, y logró ponerme los pelos de punta.


El decimonoveno: porque ella solita, por mérito propio, se ha colado dentro de mi panteón de “Grandes historias de amor, devoción y desesperación”.


El vigésimo y último: porque no sobra ni una palabra y, en cambio, sí faltan trescientas páginas que Doubleday, su editorial, le obligó a desechar. QUIERO QUE ME LAS DEVUELVAN.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por todo eso y más ....se ha quedado un trozo de mi corazón...