viernes, 6 de marzo de 2009

Cosas que me encantan del verano (21-07-2008)








Me encanta porque es domingo. Me encanta porque son las 2:18 de la madrugada. Me encanta porque mañana no madrugo. Y el calor del poniente entra espumoso por la ventana abierta y la persiana subida. Los esbozos pegajosos de lo que pronto se convertirá en sudor si no le pongo remedio me amalgaman las raíces del pelo y presionan los poros de mi piel, mientras las cortinas se contonean y chocan con mi frente, enviando hasta mi la brisa marina, el ruido de las fábricas y el brillo decadente de la noche. Pero el ruido es eclipsado por canciones que retumban en mis oídos y me retrotraen a otros días, otras horas de luz y olas que me revientan en la nuca, de salitre y after-sun, de gaviotas chirriantes y mejillas incandescentes. Días como fue el de ayer y como será también el de mañana, separados por noches tumbada en esta cama enorme y azul que parece una piscina, con todos los papeles desparramados sobre las sábanas, la espalda protestando por lo incómodo de la postura y el bolígrafo echando humo. Días separados por noches como ésta, en la que Xesa sonríe desde mis labios antes de zambullirse en el agua, Lugh lucha por respirar con normalidad y porque la sangre no se le atasque entre las piernas y Quelo refunfuña y se arrastra por un trozo de comida sólida.



Y así, por primera vez en mucho tiempo, dándoles vida a ellos puedo sentir que la mía está en el punto exacto en el que siempre debió estar.

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