Chicos, quizá el mes de
marzo de 2008 no supuso un antes y un después en nuestra relación, pero sí supuso
un auténtico antes y después en mi vida. Durante aquel mes, justo un año
después de conocer al tío Nino, pasaron tres cosas, una detrás de otra: leí el
libro Posdata: te amo, abandoné la
metadona de una vez por todas y me teñí el pelo de rojo. Por ese orden.
Pero vayamos por
partes… Si no me equivoco, nos habíamos quedado en que mi vida gozaba de cierta
estabilidad, ¿no es así? El problema es que la estabilidad al lado de personas
como la metadona implica escuchar a menudo cosas como: «me he cansado de la
vida que llevo, y eso se aplica a nuestra relación», «hasta que las cosas no
cambien no podré ofrecerte lo que necesitas» o, mi favorita, «estoy con otra,
pero no la quiero tanto como a ti». Y por muy rencorosa, testaruda, orgullosa,
introvertida y perro del hortelano con tendencia al melodrama que una sea,
chicos, hay cosas que simplemente no se pueden permitir.
Por suerte, la claridad
llegó a mi vida en el momento justo. Para resumir, la cosa sucedió más o menos
así:
Sábado, 1 de marzo de 2008 (quince días para el cumpleaños de Nino): cae en mis manos
cierto libro de Cecelia Ahern. Empiezo a llorar así como, renglón arriba,
renglón abajo… en el primer párrafo.
Lunes, 3 de marzo de 2008 (trece días para el cumpleaños de Nino): salgo corriendo de la
facultad. Durante el fin de semana las lágrimas me impedían ver el texto, así
que no he podido terminar el libro. Sigo leyendo. Moco tendido. Deshidratación.
Muerte por los ojos. Termino la novela y tengo una bendita epifanía: la vida
son dos días. En serio. Os he descubierto la pólvora, ¿a que sí? Dos puñeteros
días. Y yo estoy cansada de haber pasado llorando la cuarta parte de ellos.
Martes, 4 de marzo de 2008 (doce días para el cumpleaños de Nino): hago un descubrimiento
casual que me lleva a oír otra vez mi frase favorita de la metadona. «Estoy con
otra, pero no la quiero tanto como a ti». Cinco años y medio después, la
metadona se va a tomar por culo de mi vida. De verdad. De forma definitiva.
Esta vez sí.
Sábado, 15 de marzo de 2008 (un día para el cumpleaños de Nino): me tiño el pelo de
rojo. A lo largo de los últimos años he coqueteado con el caoba, el morado,
incluso con el fucsia… pero no. Tengo alma de pelirroja. Siempre lo he sabido,
y ya ha llegado el momento de serlo.
Domingo, 16 de marzo de 2008: «¡Felices 26! Adivina: desde hoy hay una nueva
pelirroja en el mundo. De regalo de cumpleaños, te mando una foto en primicia,
a ver si la reconoces. ¡Que disfrutes de tu día y cumplas muchos más! Por
cierto… vuelvo a estar soltera».
Antes os conté que
vuestro tío Nino me hizo un regalo inesperado un año antes, cuando cumplí los
veintidós, pero como ya bastante idealizado tenéis todos al «trozo de pan» de
Nino en esta familia, no quería que pensarais que vuestra tía Clara es una
egoísta sin escrúpulos incapaz de estar a la altura en un cumpleaños…
Chicos, en marzo de
2008 leí Posdata: te amo, con el que
aprendí que ser feliz nunca debería ser una tarea difícil. Justo después me
inscribí en mi primer taller de escritura, y he seguido escribiendo desde
entonces.
En marzo de 2008 renegué
para siempre de la metadona, y he estado sobria desde entonces.
En marzo de 2008 me
teñí el pelo. Y he sido pelirroja desde entonces.
2 comentarios:
Estoy enganchadiiiiiisima! Me encanta la historia, y cómo la cuentas! Con muchas ganas de leer las siguientes entradas.....
¡Muchas gracias, Ratoncito! Fue un placer vivirla y está resultando un placer contarla. Si además os gusta a quienes la leéis, no puedo pedir más, jeje.
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