viernes, 26 de agosto de 2016

Cómo conocí a vuestro tío - Parte XVII: La teoría de las aceitunas

Fotografía: Fran Decatta

Chicos, os voy a contar una última historia. Es la última, lo prometo; después os podréis marchar a jugar, como lleváis deseando hacer toda la tarde (¿en serio solo han pasado unas horas? Tengo la sensación de no haber parado de hablar en casi dos meses…). Además, para vuestra tranquilidad, esta historia no contiene besos ni cursilerías, también lo prometo. Simplemente os quiero hablar de la teoría de las aceitunas.

La teoría de las aceitunas apareció por primera vez en una serie de televisión (¡sí, esa! Esa en la que un padre entrado en canas les cuenta a sus hijos adolescentes, sentados con cara de aburrimiento sobre un sofá, la interminable historia de cómo conoció a su madre. ¿No os suena de algo?), y viene a decir que las parejas perfectas son aquellas en las que uno de sus miembros adora las aceitunas y el otro las detesta.

Para mi generación, la teoría de las aceitunas es el baremo más fiable para predecir el éxito sentimental que puede existir. Y a vuestra tía Clara, chicos, como ya sabéis, no hay nada en el mundo que le guste más que las aceitunas. 

Mi última historia tiene que ver con las aceitunas y, como ya os anticipé durante la primera, con el destino y con cómo las piezas siempre acaban encajando unas en otras aunque no seamos conscientes de ello. Porque, al echar la vista atrás, me doy cuenta de que si nunca hubiese conocido de primera mano lo que significa estar enganchada a alguien, nunca habría conocido de primera mano lo que es que ese alguien del que estás enganchada te vuele el corazón en pedazos, nunca me habría conectado a Internet en una tarde lejana de angustia y soledad, nunca habría conocido a las Zorras, nunca habría aparecido el chico de la camiseta azul, nunca habría formado parte de aquella locura de la caravana de mujeres online, nunca me habría registrado en aquel foro y nunca habría sabido de la existencia de vuestro tío Nino, al que, como ya sabéis, chicos, no hay nada en el mundo que le horrorice más que las aceitunas.

Y así es como termina la historia de cómo conocí al hombre de mi vida y de por qué mañana me voy a casar con él. 

2 comentarios:

Irdala dijo...

Te deseo todo lo mejor del mundo, preciosa.
Que seáis muy felices. Un beso enorme para los dos!

Érika Gael dijo...

¡Muchas, muchas, muchas gracias! :)