Chicos, tengo que
reconocer que, antes que vuestro tío Nino, ya se había cruzado en mi camino
otro canario que me había robado el corazón. No, no os asustéis. Ese canario se
llama Pedro Guerra, y una de sus canciones, Mujer
que no tendré, se convirtió casi en un himno en aquellas noches de
primavera en las que, salvando la distancia física, la hora menos en las islas,
el sueño y, sobre todo, el hecho de que, os recuerdo, yo no era una mujer
soltera, vuestro tío Nino y yo nos dedicamos a conocernos, a descubrirnos, a
tantearnos el uno al otro hasta la madrugada entre las letras parpadeantes de
un par de pantallas separadas por más de dos mil kilómetros.
En aquellas noches de
primavera se mezclaron las bromas con las confidencias, las confidencias con
los sueños, los sueños con los planes locos y los planes locos con los
recuerdos que apenas estábamos empezando a construir entre los dos. Como el de
la ocasión en que vuestro tío Nino bautizó una estrella con mi nombre. O como la
vez en que casi se rompió el hombro durante un partido y lo primero que hizo,
en lugar de ir a la enfermería, fue escribirme un mensaje con la mano izquierda
solo para decirme que había jugado genial gracias a mí. O como aquella vez en
que medio en broma, medio en serio se marcó un «Ted Mosby» y me dijo que me
quería. «Solo como amiga», se apresuró a aclarar, pero los dos sabemos, y así me
lo confesaría mucho después, que él no me ha querido solo como amiga nunca en
su vida. A la mujer cuyos besos, como dice la canción, estaban más lejos de sus
labios que el desierto del Sahara, el mercado de Estambul y la noche en
Katmandú. A la novia de otro.
Chicos, aunque viéndonos
ahora resulte difícil de digerir, debo admitir que durante mucho tiempo, años
incluso, la relación entre vuestro tío Nino y yo fue una relación desigual. Una
relación en la que solo uno de los dos estaba enamorado del otro de forma
incondicional y sin esperar nada a cambio, aferrado a un imposible. Y ese
alguien, chicos, no era yo.
2 comentarios:
Me has recordado al libro que estoy leyendo. La Lista de Mario, de Neira, tiene mucho de querer en la distancia y de relaciones en momentos de la vida que no son los más oportunos. Me encanta tu historia!!! Para cuándo la novela biográfica? ��
Uff, no, Leonor, creo que mis coqueteos con el género autobiográfico nacen y mueren con este experimento... Me ha costado demasiado sudor y estoy pasando demasiada vergüenza como para repetir la experiencia, jajaja. ¡Gracias por pasarte!
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