Para quienes visitáis mi blog, sé que estos días hay una cuenta atrás pululando por ahí que os tiene desconcertad@s y sumid@s en la intriga. Para mí, sin embargo, estos días es otra la cuenta atrás que hace que todo mi universo se tambalee. Una cuenta atrás que se inició el viernes 4 de octubre y que está a punto de tocar a su fin.
Cinco escenas. Eso es lo que le queda a mi nueva historia para dejar de ser un proyecto y convertirse en una novela con todas las de la ley. Cinco escenas que no parecen nada y que, al mismo tiempo, son un mundo. Todo mi mundo.
Por eso, porque cuando echo la vista hacia adelante ya veo la línea de meta demasiado cerca, y porque cuando la echo hacia atrás veo la de salida demasiado lejos, es por lo que en estos días me apetece hacer un poco de recuento. Rememorar lo largo y duro que ha sido el camino, pero, sobre todo, lo feliz que he sido yo al recorrerlo de nuevo. Descalza, sin brújula y sin mapa, pero eufórica, al fin y al cabo.
Y, como va llegando la hora de despedir todas estas rutinas, todos los recuerdos y experiencias de escritura intensa y feroz de estos últimos meses, va llegando también la hora de despedir la música de Lana. Lana, esa mujer estrambótica y pusilánime cuya música ya me gustaba, pero de la cual desconocía el increíble poder inspirador que guarda. Lana, cuya voz desganada y melancólica reverbera en los altavoces de mi casa desde hace meses, acompañándome en las escenas más desgarradoras pero también en las más optimistas y tiernas. Lana, la única artista en el mundo capaz de convertir en un drama épico todas y cada una de sus canciones, por absurda y simplona que sea la letra. Tanto así que, para el que vive conmigo y la aguanta a todas horas en el reproductor de música, hace ya tiempo que pasó de ser Lana del Rey a ser Lana y, después, directamente "tu Lana".
Pues eso, "mi Lana": gracias por ser testigo sonoro de esta aventura inverosímil y que ya está terminando para las dos; gracias por transmitirme tantas y tantas cosas con tu "Born to die", tu "Young and Beautiful", tu "Summertime Sadness", tu "Paris", tu "Carmen" y con todas las demás... Gracias, gracias y mil millones de gracias por esos acordes de "Video games" al piano que lograron ponerme los pelos de punta en la colina de Montmartre, aunque no fueras tú quien los tañía. Y sobre todo, porque sin tu arte no sé si esta novela podría haber sido mejor o peor, pero sin duda alguna yo no la hubiese disfrutado tanto. Pronto tu música dejará de sonar en mi portátil, pero espero que lo vuelva a hacer muy pronto. Tal vez ante otra historia y con otros personajes.
Y a tod@s vosotr@s, ya sabéis: si cuando leáis esto que está saliendo de mi puño y de mi corazón no os gusta, no me culpéis a mí. La culpa la tiene Lana del Rey ;).
No hay comentarios:
Publicar un comentario