A comienzos de los 60, el psicólogo norteamericano Stanley Milgram llevó a cabo una serie de experimentos en la Universidad de Yale con los que pretendía demostrar si la obediencia a la autoridad bastaba para lograr que alguien cometiese asesinato. Para ello, reclutó a más de 1000 sujetos a través de las páginas de un periódico, a los que citó como conejillos de indias de un estudio cuyo fin desconocían.
Cuando llegaban al laboratorio, los sujetos, de forma individual, eran trasladados a una pequeña habitación donde sólo había una silla, un panel de descargas eléctricas y un "colaborador" en la investigación que vestía bata blanca. Los cables eléctricos estaban conectados a un sujeto cómplice al otro lado de la pared.
La supuesta tarea se desarrollaba así: el experimentador leía pares de palabras que su cómplice debía memorizar y repetir correctamente. En caso de fallar, el sujeto evaluado debía proceder, bajo órdenes estrictas de su "colaborador" de bata blanca, a proporcionar una descarga eléctrica de mayor intensidad cada vez, hasta un máximo de 450 voltios. El cómplice estaba entrenado para protestar a partir de los 120 voltios, aullar de dolor y suplicar clemencia a los 180 y guardar silencio agónico (muerte fingida) a partir de los 300.
Milgram pensaba que TODOS los sujetos abandonarían la tarea a la primera, independientemente de las órdenes que se les dieran.
El 63% de los examinados llegó hasta el final.
Hace cuatro años entré en una facultad en la que, por no saber, no sabía ni dónde estaba la máquina del café. Nunca, en veinte años, me había planteado estudiar Psicología, hasta que seis meses antes mi vida cambió y cambió también el rumbo de mi vocación. El primer día de clase no entendía nada. El segundo, aún no tenía claro por qué estaba allí. El tercero, llegó Milgram.
Y entonces tuve claro que los caprichos del destino son inescrutables, y que me había elegido a mí por alguna razón.
Ahora empieza la cuenta atrás. Estoy en quinto y pronto la facultad será sólo un recuerdo. El recuerdo de cinco años de vértigo que me han convertido en lo que soy.
3 comentarios:
Welcome home
Welcome home
Y yo que a este tal Milgran no lo había oído mencionar jamás y ahora me aparece por todas partes.
Me pregunto si yo hubiera estado en el grupo del 63% o en el del 37%. Alguna descarga seguro que habría dado. Para probar...
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