El polvo lo cubre todo. Baelo es una ciudad muerta. Y, sin embargo, el cielo permanece azul, y el sol sigue brillando en lo más alto los días de calor, y las olas del océano -su océano- continúan estrellándose ruidosamente contra la orilla...
Tenía 17 años cuando escribí Claudia. Han cambiado muchas cosas, incluso -particularmente- yo misma lo hice. Tantas, que a veces ni siquiera reconozco, si me detengo a leer entre líneas, a la adolescente ingenua y dispuesta a comerse el mundo que escribió esas palabras en el epílogo de su primera novela.
Pero era yo. Sigo siendo yo. Aunque trate de ocultarlo, sigo siendo esa adolescente ingenua. Y sigo dispuesta a comerme el mundo. Letra a letra.
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