lunes, 1 de junio de 2009

Buesa


No me gusta la poesía, nunca me ha gustado. De hecho me irrita bastante, porque no entiendo en qué momento mi razonamiento abstracto dejó de evolucionar y se quedó estancado justo antes de aprender a comprender los dobles sentidos y las bellezas ocultas de la poética. Para mí, la poesía puede ser vista desde dos enfoques distintos: aquel en el que carece por completo de sentido pero está tan estética y cuidadamente elaborada que el significado importa poco, o aquel en el que tiene un trasfondo tan personal e intimista que es imposible, por muy similares que seamos los seres humanos, que Fulano sea capaz de descifrar al pie de la letra lo que Mengano quería decir cuando escribió tal cosa un viernes a las cinco de la madrugada ahogado en el alcohol.


Por todo ello, apunto y mantengo que no me gusta la poesía, excepto un poema de J.A. Buesa, el único, que siempre, siempre, SIEMPRE, me remueve hasta lo más hondo.


La sed insaciable


Decir adiós… La vida es eso.

Y yo te digo adiós, y sigo…

Volver a amar es el castigo

de los que amaron con exceso.


Amar y amar toda la vida,

y arder en esa llama.

Y no saber por qué se ama…

Y no saber por qué se olvida…


Coger las rosas una a una,

beber un vino y otro vino,

y andar y andar por un camino

que no conduce a parte alguna.


Buscar la luz que se eterniza,

la clara lumbre durarera,

y al fin saber que en una hoguera

lo que más dura es la ceniza.


Sentir más sed en cada fuente

y ver más sombra en cada abismo,

en este amor que es siempre el mismo,

pero que siempre es diferente.


Porque en sordo desacuerdo

de lo soñado y lo vivido,

siempre, del fondo del olvido,

nace la muerte de un recuerdo.


Y en esta angustia que no cesa,

que toca el alma y no la toca,

besar la sombra de otra boca

en cada boca que se besa…



Buesa está considerado como uno de los grandes "poetas del pueblo" en Cuba, uno de esos autores que la crítica sitúa en la lista negra pero que se llevan por delante el cariño y la admiración de miles de personas en las calles, en las casas, en los bajos fondos, en el boca a boca. Llamadme bruta, si queréis, pero ésa, al fin y al cabo, es la única poesía que cuenta. La única que yo entiendo. Y la que comparto.

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