miércoles, 29 de abril de 2009

Yo, Lucifer (o... Miguel)



La pregunta no es ¿Desde cuándo te dio a ti por el Demonio? La pregunta es ¿Desde cuándo no me dio a mí por el Demonio?



Es curioso porque, al igual que sucede con muchos de mis personajes fetiches, sentía auténtica devoción por alguien de quien no me gustaba nada lo que veía o leía. Desde mis más tiernos años (y sé que esto va a sonar muy tétrico) acumulaba garabatos del Príncipe Oscuro en mis cuadernos del insti, o veía películas que me pudieran aclarar algo más acerca de Lucifer, ese gran desconocido. En balde.




Hasta que llegó Glen Duncan y me ofreció una visión del Maligno que no había tenido la oportunidad de contemplar hasta ahora. Y, más allá de maldades y satanismos varios, puso en mis manos un libro que es una auténtica obra maestra, de ésas que te encuentras escondidas en el rincón más recóndito de las librerías, esperando a que algún friki como yo, o a que algún comprador compulsivo como yo, o a que a algún incauto desprevenido (como yo), se fijen en él.




Yo, Lucifer es, ante todo, el retrato de un mundo, el nuestro, desde los ojos de quien nunca lo ha podido ver. Es el espejo en el que se reflejan los pequeños detalles que hacen nuestra vida y que pasan desapercibidos a nuestros sentidos, demasiado ocupados en las trivialidades que ahora están tan de moda.




Sin embargo, Yo, Lucifer, también es el autorretrato del Demonio. El papel de calco del Génesis, el cristal traslúcido de la Inquisición y el daguerrotipo de la Segunda Guerra Mundial. Es, como comúnmente se suele decir: lo que me faltaba por oír. Y además, de verdad.




Pero, por encima de todo eso, Yo, Lucifer es la obra más hilarante que he tenido el gusto de disfrutar en los últimos tiempos. Hace falta tener la pluma muy afilada y los cojones muy grandes para atreverse a plasmar la serie de barbaridades que el señor Duncan ha plasmado en su novela. Eso sí, se habrá quedado tan ancho, y los lectores con él. Es un libro que lo mismo te arranca una carcajada en el vagón de un tren que te hace reflexionar una noche entera con la almohada acerca del sentido de la vida. Pensar y reír, o pensar y llorar. Supongo que a eso se reduce todo. Me alegra haberme topado con algo que me hace pensar y reír. Aunque, por mucha ternura que inspire, por muchas reflexiones que presente y por muchos sentimientos que saque a la luz, al final, Lucifer siempre será Lucifer. Eso sí, me hace bastante feliz descubrir que vivo en un mundo tan genial que hasta el mismísimo Demonio se plantea quedarse en él.




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