miércoles, 30 de octubre de 2013

¿Sabías que...? - Parte I



Como cierto reloj continúa su inexorable cuenta atrás, vamos a tratar de que sea más amena la espera con algunos datos que, tanto si ya los conocéis como si no, seguro que os hacen sentiros un poco más cerca de esa magnífica ciudad sureña que es Nueva Orleans :).

Por ejemplo... ¿sabías que la sala Preservation Hall, en Saint Peter Street, abre sus puertas 364 días al año? Sólo hay una noche en la que incluso las alocadas bandas de jazz se toman un merecido relax... la Noche de Mardi Gras -¿cuál si no?;)-.

En la novela, sin embargo, hay una escena en la que David y Carlota asisten a un concierto durante esa noche en cuestión. Abrir sus puertas para ellos a mi antojo fue una de las licencias literarias que me permití tomar aun sabiendo que, en la vida real, hubiese resultado imposible. Pero es que... ¿cómo iba a consentir que mis protagonistas no disfrutasen de la sala de conciertos más famosa de toda América en la noche más especial de sus vidas?

Situado en pleno Barrio Francés, Preservation Hall fue inaugurado en 1961, en un cochambroso edificio de tipo colonial construido a principios del XIX y que a día de hoy sigue en las mismas deplorables -pero encantadoras- condiciones. Lo que era una primitiva galería de arte se convirtió en un improvisado "garaje de ensayo", para después pasar a ser la sala de música que conocemos en la actualidad. Más de cincuenta años después, aún es punto de reunión obligado para los amantes del jazz, hasta el punto de contar con su propia banda "local", la Preservation Hall Jazz Band. Y no sólo eso: también se encarga de impartir clases de jazz a través de su fundación, hacer de pista de despegue para la carrera de artistas desconocidos y, en definitiva, promocionar este tipo de música en la ciudad que lo vio nacer y a lo largo y ancho del mundo. 

Una razón más para disfrutar de Noche de Mardi Gras y para seguir soñando con cruzar el charco y dejar que nuestros tímpanos gocen al ritmo del saxo y del cello... 

viernes, 25 de octubre de 2013

Punto y final

  25 de octubre de 2013. 12 horas y 11 minutos (hora insular). 446 páginas de Word. 132.216 palabras (casi 30.000 palabras más que "Faery" y que "Noche de Mardi Gras"). Y un punto y final que marca un antes y un después en mi vida.

  Podría decir tantas cosas... Por ejemplo, que la catarsis de esta mañana justo antes de emprender la última escena fue épica. De las que pueden hundir tu carrera si alguien te hace la faena de grabarla en vídeo. Podría decir que me da una pena inmensa despedirme de estos seres extremos que me acompañan desde una mañana fría de enero, y desde muchos años antes, incluso. Podría decir que todas esas páginas y todas esas palabras no son más que una maraña caótica que ahora va a dar lugar a una de las correcciones más arduas de la historia de las correcciones (con lo poco que me gusta a mí corregir...). Podría decir que me muero de ganas de poder compartir esta historia, inesperada y esperadísima al mismo tiempo, con todos vosotros, porque, aunque esté asustada como un cervatillo ante el disparador, es la pura verdad. Podría decir que, para lo metódica que yo suelo ser, esta novela es el resultado de un proceso terriblemente indisciplinado y anárquico de creación. 

  Pero no diré nada de eso. Porque estoy tan contenta que mi entusiasmo eclipsa todo lo demás. Podría estar mil veces mejor escrita, mil veces mejor desarrollada y mil veces mejor estructurada, lo sé, pero no son esos los motivos por los que estoy segura de que la recordaré toda mi vida, sino porque es la novela que me hizo regresar. La historia con la que volví a despertar de mi letargo, en aquella lejana mañana de enero en la que me di cuenta que había una parte de mi vida, de nombre Érika y de apellido Gael, que no estaba donde debía estar. Donde yo quería que estuviese. 

  Y con Érika, como no podía ser de otro modo, han vuelto ellos. Ellos, con toda su parafernalia demoníaca, que sigue siendo la misma pero que a la vez es tan diferente... Hay cosas que no se pueden medir, ni impedir. Yo he cambiado, y mucho, a lo largo de este tiempo; fue inevitable no hacerlo. ¿Por qué no iban a cambiar ellos? 

  Es el primer punto y final que escribo en casi cuatro años de angustioso bloqueo. Es el punto y final que marca la clausura de una etapa y el comienzo (o eso espero) de otra aún mejor. Sea como sea, la tercera novela que tanto he deseado, por la que tanto he suplicado, ya es una realidad. Costó, pero llegó. Y hoy, después de 446 páginas, 132.216 palabras, mis chicos tienen que aprender a volar solos, y yo a volar sin ellos. Ya está bien de quejarme, jejeje. A partir de mañana, me haré a un lado para cederles a ellos su auténtico protagonismo :). ¿Que quiénes son? Pronto lo descubriréis... 

  Sé que la pregunta lógica tras tanta pista y tanto misterio va a ser la misma a la que me he enfrentado, con mejor o peor tacto, durante los últimos meses. ¿Habrá saga? A pesar de todo, sólo puedo responder igual que he hecho hasta ahora: no lo sé. Y tampoco me quita el sueño saberlo o no. He estado en el limbo demasiado tiempo como para agobiarme ahora por eso; lo que me interesa es escribir, y seguir disfrutando mientras lo hago. Lo único que, a día de hoy, estoy en calidad de decir, es que sí habrá un segundo libro de mis Príncipes del Infierno. 

  De momento, esto es lo que hay... Y, para mí, es un mundo entero ;).





© Érika Gael.

jueves, 24 de octubre de 2013

Regarde le ciel


Desde el verano, mis contactos de Facebook podéis ver que mi perfil en dicha red  aparece encabezado por un graffiti con las palabras "regarde le ciel". Hoy, que ya sólo queda una escena más por escribir, el bendito epílogo; hoy, la víspera de que todo haya acabado, me parece el día perfecto para dar a conocer el significado de esa imagen. 

Creo firmemente en el poder de las señales. Creo que siempre, incluso cuando no las vemos, están ahí para indicarnos cuál es el camino, y que es cuestión de tiempo que aprendamos a leerlas. Las señales que me impulsaron a volver a coger la pluma tras más de tres años en el dique seco, y reconciliarme tanto con una parte de mí misma que creía perdida como con ciertas criaturas con alas, hermosas y crueles, prefiero reservármelas para mí. Son muchas, y algunas son dolorosas y no muy agradables.

Sin embargo, ya meses después, hubo una señal que me empujó a seguir adelante cuando las fuerzas volvían a flaquear y mi estabilidad literaria se iba a pique de nuevo. Un tesoro con forma de spray al que me aferro desde entonces con la desesperación de un náufrago y la ilusión de un niño. 

Para una autora en pleno proceso de creación (qué difícil es afrontar la escritura de este post intentando sortear el mayor número de spoilers), es un auténtico privilegio poder visitar en vivo los lugares que forman parte de sus historias. Por eso, dejarme caer de nuevo por París este verano fue como un soplo de aliento en mi labor (y aquí acaba de colarse el primer spoiler de mi nueva novela: la localización). No hay nada comparable a percibir a través de los sentidos el pulso de una ciudad que luego tendrás que traducir en caracteres impresos. Nada como conocer de primera mano los lugares donde tus personajes se divertirán, donde llorarán, donde soñarán contigo. 

Nada como leer sus propias señales. Como darte la vuelta en un rincón escondido de París, un rincón del cual de momento sólo tu cabecita conoce su relevancia en esa trama que cobra vida entre renglones, y darte de bruces con un mensaje en la pared que cambia para siempre tu destino. 

Mira al Cielo. Regarde le ciel.

Sin autor. Sin fecha. Sólo tres palabras que alguien, un buen día, consideró importante plasmar en un muro recóndito, el del pasaje Cité Véron, contra el que tiempo después un ángel rubio decidiría aplastar su espalda. Y yo estaba allí para contarlo. Y también para darle las gracias a esa persona anónima que, sin saberlo, me dio un ancla al que agarrarme cuando las musas no son propicias y mi pesimismo amenaza con arrasarlo todo, e incluso para darme un motivo con el que soñar que tal vez, en un mundo paralelo, mis caprichosos ángeles caídos se entretienen en dejarme pistas de sus historias donde yo pueda verlas. 


lunes, 21 de octubre de 2013

Mi Lana


Para quienes visitáis mi blog, sé que estos días hay una cuenta atrás pululando por ahí que os tiene desconcertad@s y sumid@s en la intriga. Para mí, sin embargo, estos días es otra la cuenta atrás que hace que todo mi universo se tambalee. Una cuenta atrás que se inició el viernes 4 de octubre y que está a punto de tocar a su fin.

Cinco escenas. Eso es lo que le queda a mi nueva historia para dejar de ser un proyecto y convertirse en una novela con todas las de la ley. Cinco escenas que no parecen nada y que, al mismo tiempo, son un mundo. Todo mi mundo.

Por eso, porque cuando echo la vista hacia adelante ya veo la línea de meta demasiado cerca, y porque cuando la echo hacia atrás veo la de salida demasiado lejos, es por lo que en estos días me apetece hacer un poco de recuento. Rememorar lo largo y duro que ha sido el camino, pero, sobre todo, lo feliz que he sido yo al recorrerlo de nuevo. Descalza, sin brújula y sin mapa, pero eufórica, al fin y al cabo. 

Y, como va llegando la hora de despedir todas estas rutinas, todos los recuerdos y experiencias de escritura intensa y feroz de estos últimos meses, va llegando también la hora de despedir la música de Lana. Lana, esa mujer estrambótica y pusilánime cuya música ya me gustaba, pero de la cual desconocía el increíble poder inspirador que guarda. Lana, cuya voz desganada y melancólica reverbera en los altavoces de mi casa desde hace meses, acompañándome en las escenas más desgarradoras pero también en las más optimistas y tiernas. Lana, la única artista en el mundo capaz de convertir en un drama épico todas y cada una de sus canciones, por absurda y simplona que sea la letra. Tanto así que, para el que vive conmigo y la aguanta a todas horas en el reproductor de música, hace ya tiempo que pasó de ser Lana del Rey a ser Lana y, después, directamente "tu Lana".

Pues eso, "mi Lana": gracias por ser testigo sonoro de esta aventura inverosímil y que ya está terminando para las dos; gracias por transmitirme tantas y tantas cosas con tu "Born to die", tu "Young and Beautiful", tu "Summertime Sadness", tu "Paris", tu "Carmen" y con todas las demás... Gracias, gracias y mil millones de gracias por esos acordes de "Video games" al piano que lograron ponerme los pelos de punta en la colina de Montmartre, aunque no fueras tú quien los tañía. Y sobre todo, porque sin tu arte no sé si esta novela podría haber sido mejor o peor, pero sin duda alguna yo no la hubiese disfrutado tanto. Pronto tu música dejará de sonar en mi portátil, pero espero que lo vuelva a hacer muy pronto. Tal vez ante otra historia y con otros personajes.

Y a tod@s vosotr@s, ya sabéis: si cuando leáis esto que está saliendo de mi puño y de mi corazón no os gusta, no me culpéis a mí. La culpa la tiene Lana del Rey ;). 






miércoles, 9 de octubre de 2013

Gare du Nord


Esto es lo que escribí en mi cuenta de Facebook esta misma mañana:

9-10-13. 8:41 (hora canaria) Estoy lista. Lista para desatar el drama. Lista para desarrollar la escena que mi cabeza lleva rumiando más de tres años y medio...

Y esto es lo que escribí en esa misma cuenta hace apenas un rato:

Casi once horas, catorce páginas, un montón de lágrimas y 3.497 palabras después, estoy exhausta pero satisfecha. Gracias a todas! Me voy a descansar :). 

Me parece que ambos mensajes hablan por sí mismos. ¿Qué más puedo decir si me he quedado vacía después de una de las jornadas de escritura más intensas de toda mi vida? ¿Qué más puedo decir si ya pasó, ya lo solté?

Creo que si a día de hoy estoy escribiendo esta novela y no otra es debido precisamente a esta escena. Es como si mi inconsciente (si es que algo así existe, que mi yo-psicólogo lo pone seriamente en duda...) hubiese estado reteniendo una parte de mí durante todo este tiempo, impidiéndome dejarla marchar hasta que le hubiese dado vida. Arruinando mi cerebro para cualquier proyecto hasta que no me hubiese sacado la espinita de éste. Negándose a terminar mi carrera como escritora hasta que no hubiese experimentado la desdicha, la derrota y el dolor más puros, deshecha en lágrimas en un andén de la Gare du Nord.

Resulta curioso pensar que llevo más de cuarenta y dos meses cavilando en torno a una idea y que ahora, en cuestión de unas pocas horas, está sentenciada. ¿Podría haber quedado mejor? Rotundamente sí. ¿Se puede corregir? Desde luego, pero lo que tenía que suceder ya ha sucedido. 

Aún quedan unas cuantas escenas más antes de ponerle el punto final a mi nueva criatura. Sin embargo, el trabajo de hoy sé que marcará un hito inolvidable. Y yo me pregunto... ¿hacia dónde voy ahora?

Érika

PD: Sé que much@s os estáis preguntando a qué hace referencia la cuenta atrás que aparece desde hace unos días en el blog, porque así me lo habéis dicho. Por el momento, sólo os puedo dar una pista... NO ES LO QUE IMAGINÁIS ;).

viernes, 4 de octubre de 2013

Se acerca el clarear del día...

  

  Tal vez a algunos les suene el título de esta entrada, y con razón. Ya sé que está feo decirlo -y mucho más hacerlo-, pero es porque me lo he plagiado a mí misma. Se trata del título de la entrada que colgué, allá por 2009, la tarde en que escribí la última escena erótica de lo que por aquel entonces era "mi nueva novela", y que hoy en día se ha quedado con el nombre de Noche de Mardi Gras. 

  Sé que, aunque últimamente este blog ha tenido mucha más vida que en los tres años anteriores, no me he prodigado mucho en lo que a información sobre mis nuevos proyectos se refiere. Quizás debería pedir disculpas por ello, pero también os pido un poco de comprensión: he estado tanto tiempo con la cabeza escondida debajo del ala que asomarla ahora resulta espeluznantemente difícil. Hay dos formas de aprender en la vida: por la de buenas o por la de malas. Casi todo lo que  tiene que ver con mi arte y con la explotación de mi vena creativa, yo lo aprendí de la segunda forma. Y eso, amigos míos, te deja marcada.

  Por eso he preferido guardarme el entusiasmo hasta el punto en el que ya no he podido preservarlo más. Lo he protegido de corrientes de aire, de miradas indiscretas, de lluvias heladas y de fuegos abrasadores porque quería estar segura. Quería disfrutar de él despacio y a solas, como se disfruta de un buen vino. Quería, sobre todo, tener la certeza de que esta vez nada me lo iba a echar a perder, como me había sucedido tantas veces antes por vender la piel del oso demasiado pronto. Ha habido tantas ideas, tantas historias, tantos personajes que se han quedado en el camino, moribundos y amortajados, a lo largo de estos tres años...

  He tratado de mantenerlo oculto para no crear falsas ilusiones. Ni en los demás, ni en mí. He esperado para saber si era la definitiva, si ésta iba a ser al fin la historia que me haría regresar. He esperado tanto que hoy, justamente hoy, me he dado cuenta que ya son muchos los meses en los que he mantenido el pico cerrado. Que, a lo tonto, llevo todo lo que va de 2013 abducida por dos personajes que me acompañan cada día -¡y a 2013 le quedan dos telediarios!-. Que he invertido en ellos mi vida, mis esperanzas, mis alegrías, mis desafíos, mis lágrimas, mi afán de superación, mi tiempo, mi cordura... y ellos, ingratos, han comenzado a despedirse.

  Porque hoy, justamente hoy, he escrito la última escena erótica de la que actualmente es -ahora sí puedo decirlo- "mi nueva novela". 102.000 palabras después, me siento más que preparada para asumir que existe, que viene abriéndose paso con pies de plomo, y que pronto dejará de ser solamente mía. Pero también debo comenzar a aceptar que se acaba. Porque, como ya expliqué en su día, la última escena erótica es, para mí, el principio del fin. 

  Me esperan unas semanas de intenso trabajo. Los finales en la ficción, como suelo decir, siempre se precipitan, y con ellos me precipito yo. Veo tan cerca la luz al final del túnel que meto la quinta velocidad y no descanso hasta ver finalizada mi tarea. Tengo los ojos rojos, las cervicales doloridas, el cerebro saturado y el portátil echando humo. Pero, al mismo tiempo, tengo el pecho tan hinchado y el corazón tan pleno, que compensa todo lo demás. 

  Mi desempeño como narradora de sus vidas tiene fecha de caducidad, y ésta se encuentra increíblemente cerca. Después de tantos meses que me parece mentira. Después de tanto tiempo que asusta. Después de tanto esfuerzo que duele.

  Lo dicho: ingratos.