lunes, 5 de enero de 2015

Año nuevo, aires nuevos


Por circunstancias personales que no vienen al caso, este año me ha sido imposible realizar un balance donde quede plasmado todo aquello, bueno y malo, que el 2014 me dejó. Sin embargo, hay algo que, por muchos años que pasen, nunca dejaré de hacer, y eso es atar en corto mi lista de propósitos para el Año Nuevo -los descreídos tal vez deberíais dejar de leer a partir de aquí-.

Creo que pertenezco a ese escaso porcentaje de la población que no sólo formula propósitos, sino que, además, tiene la osadía de pretender cumplirlos. Tal vez no todos, tal vez no siempre, pero sí suelo poner todo mi empeño en que lleguen más allá del 1 de enero. A lo mejor -llamadme pragmática-, porque tiendo a prometerme aquello que sé que puedo conseguir. O quizás -llamadme ilusa-, porque todavía soy de la clase de personas que considera que los propósitos no fueron ideados para estancarse en banalidades. Jamás me he propuesto apuntarme a un gimnasio o mejorar mi nivel de inglés, porque sé que mi motivación en ambos casos empezaría a flaquear antes de que sonase la Marcha Radetzky en el Concierto de Año Nuevo. Yo me propongo ir dando los pasos que sé que me conducen en la dirección adecuada de la búsqueda adecuada: la de mi felicidad. O, al menos, aquellos que yo confío en que lo sean. Y, por ese motivo, por muchos obstáculos que me vea obligada a sortear, mi motivación no decae. Nunca. Porque el fin lo vale. 

Precisamente por ese motivo, en mi lista de propósitos para el 2015 tengo apuntado en negrita, con mayúsculas y con doble subrayado fluorescente, algo que llevo ya tiempo barruntando y que vosotros, los que tenéis la desdicha de aguantar mis escritos, ya habéis comenzado a sospechar. Mi GRAN propósito para este año que apenas comienza es permanecer fiel a mi corazón, ni más ni menos, y eso me lleva directa al segundo propósito: dejar de fingir. Dejar de fingir que soy el tipo de autora que fui, pero que, a día de hoy, no soy. Seguir los dictados del corazón, en mi caso, y a fecha de 5 de enero, implica renovar aires, probar nuevas experiencias. Hacer aquello que no quiero morirme sin hacer. En definitiva, escribir lo que realmente me pide el alma escribir y dejar de vivir anclada en las letras del pasado. ¿Volverán? Puede que sí, pero esa incertidumbre no me quita el sueño. 

Por todo eso, creo que no hay mejor declaración de intenciones que la música que acompaña a estas palabras, así como la imagen con que las firmo, tomada hace menos de un mes en San Sebastián de La Gomera; ambas me recuerdan el momento en el que estoy como escritora, y la meta hacia la que me dirijo. ¿Romance paranormal? Creo que queda bastante lejos de aquí. De hecho, ni siquiera sé si el lugar hacia el que me dirijo podría considerarse narrativa romántica. Obviamente, tampoco sé qué saldrá de todo esto, pero me importa poco. Me hace feliz y siento que estoy en el camino; eso es lo único que cuenta. 



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ser feliz y seguir a tu corazón es el mrjor d los propósitos! M han encantado los dos libtos de tu saga! Esperaba saber si seguiras con ellos aunque solo sea por un pacto con Luc, jijiji. Gracias por escribir!

Érika Gael dijo...

Muchas gracias a ti por tu mensaje, Anónimo. El libro de Luc llegará, no sé cuándo, pero llegará ;). ¡Nos lo debemos mutuamente! jejeje.

Vuelve cuando quieras. ¡Un saludo!