La Reina Negra desespera en comisaría, preguntándose por qué nunca soñó, como las demás, con un rescate a lomos del Caballo Blanco. Su marido lloriquea junto a ella; la nena pasará cien años en coma tras engullir el licor de manzana envenenado que quedaba en el mueble-bar. Los enanos deben cuatro meses de alquiler y ya no queda ni para la fianza.
El comisario, con arnés y bigotito, toma declaración a la Dama de Tréboles. La ventanilla se ahúma cada vez que la señora da una calada al cigarro y exhala siglos de mala suerte por los orificios nasales. No fue ella quien apuñaló al mayordomo asesino. Fue un error del Siete de Espadas. Además, él se lo buscó.
Las baratijas del Rey Blanco tintinean en su pecho mientras Campanilla anuncia su llegada. Viene arrastrando al Principito, enfurruñado porque los mayores no le dejan jugar. Amenaza con arrancar los pétalos de su Rosa, sabiendo que, si lo hace, la Bestia irá a la silla eléctrica. El Tres de Diamantes guiña un ojo, pero el monarca disimula. En Nunca Jamás, los gigolós de los bajos fondos no dan buena reputación.
Los peones se amontonan en celdas de polvo y desconsuelo. El reloj que cierto forense recuperó del estómago de un cocodrilo marca la medianoche, pero allí nadie descansa. No mientras el Rey de Copas siga arrastrando su cáliz entre los barrotes, sediento de ambrosía. Ni tampoco mientras la Ratita Presumida se ocupe de devolver el brillo al suelo ajedrezado. Ni mucho menos mientras la Reina de Corazones se empeñe en contemplar en su espejito de mano, fascinada, la cicatriz que un leñador, despechado por una pequeña encapuchada, dejó en su cuello.
Dicen que una niña rubia la observa del otro lado. Eso, no me lo creo.
© Érika Gael
2 comentarios:
Querida niña,
no sé si ha sido culpa tuya, mía o del alzheimer. Pero me he sentido como si cayera por un gran agujero negro y me golpeara el trasero en el centro de un enrevesado laberinto. Igual han sido las pastillas de colores que tengo que tomarme todas las noches.
Da igual, lo importante es que me ha gustado el viaje.
Creo que es lo mejor que he leído en mucho, mucho, mucho tiempo (que no es que sea un gran consuelo, porque aunque leo mucho, no tengo experiencia en crítica literaria)Pero sí te puedo asegurar que me ha encantado leerlo.
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