lunes, 19 de octubre de 2009

Todo muro tiene un contrafuerte

-Estoy bloqueada, Nico. Muy bloqueada. Tengo miedo de no volver a sentir la misma fascinación al escribir que antes, cuando me quemaban los dedos y el alma por hacerlo. Miedo de no volver a apasionarme como solía.

-¿Crees que si ya no te apasionara estarías así?

-Me siento mediocre. Es como si nada pudiera volver a llenarme igual. Como si nada de lo que hiciera a partir de ahora pudiera estar a la altura de Mardi Gras.

-Una vez me dijiste que en Noche de Mardi Gras habías puesto toda tu alma. Todo lo que fuiste y serás. Si tu alma está ahí, ya no puedes disponer de ella a tu antojo. No trates de copiarte a ti misma. Tan sólo disfruta.



Nunca he sido una gran devota de la arquitectura románica, pero tengo que reconocerles a los del medievo su mérito al imaginar que, si adosaban a las paredes de piedra un elemento compuesto del mismo material, de tal forma que se engrosara su tamaño y se repartiera el peso de la bóveda de forma más equitativa, la resistencia de los edificios aumentaba.

Así nacían los contrafuertes.

En los últimos tiempos, yo me he sentido como un muro. Uno de esos antiguos y desvencijados muros cubiertos de moho y que sufría a escondidas el mal de la piedra. Mi aguante, ése del que decían que resultaba asombroso, estaba alcanzando sus propios límites. Hasta las más imponentes catedrales tienen que asumir los golpes y la erosión que las peores ventiscas azotan en ellas.

Mi muro, por decirlo de algún modo, no sólo estaba a punto de derrumbarse, sino que, además, estaba tan debilitado que amenazaba con afectar a los muros laterales, a las capillas, los retablos. Desafiaba con la destrucción absoluta.

Hasta que llegó algún sabio, lo vio, y le hizo el boca a boca.

Ahora mi muro tiene contrafuertes, y se eleva hacia las nubes con ganas de demostrarle al cielo, al infierno y a la tierra, todas las cosas que aún le quedan por decir. Con la ilusión de demostrar cuánto vale y, sobre todo, de saber que hay más piedrecitas labradas sosteniéndole y deseando escucharlas.

El primer contrafuerte lo construyeron hace una semana, con las palabras que figuran arriba del todo. El segundo terminó de erigirse ayer, gracias a otra persona y otras palabras que lograron que parte de mi confianza rota resurgiera de sus cenizas.

Hace tiempo dije yo que me dolían las alas de cargar con ellas. Hoy, sólo puedo decir GRACIAS a las personas que me ayudan a sobrellevar su peso.

6 comentarios:

Ángeles Ibirika dijo...

Hay una frase que no por manida pierde el sentido: Nena, tú vales mucho.
No decaigas, preciosa, porque tiene que llegar el día en el que podamos comprar tus novelas. Me fascinó tu manera de escribir desde las primeras líneas que te leí. Siempre he creído que llegarás a cualquier punto que te propongas, porque, nena, tú vales un imperio.
Tus historias son fascinantes, tus personajes son impresionantes... y toda esa magia sale de tu cabecita y de tus dedos.
Un beso enorme, corazón.

AMBER LAKE dijo...

Me encanta como escribes, Érika. Me gusta tu página, la música que le has puesto... Felicidades.

Patricia Sutherland dijo...

Has vuelto. ¡Qué alivio!
Nico tiene razón. Tan solo disfruta.
Sin tu voz única y tus demonios, ésto no sería lo mismo.
Bienvenida de vuelta, Érika ;-)

Victoria Rodríguez dijo...

Pues tu contrafuertes tienen toda la razón del mundo. Disfruta con lo que haces, pásalo bien, vive el momento de la creación... Lo demás ya llegará, estoy convencida.

Besos

Anónimo dijo...

Si tú supieras el placer que causa leerte, tal vez comprenderías que resulta muy sencillo decirte cuánto vales. Es simplemente la lectura de este corto post y a mí me has emocionado. Tienes algo, Érika, algo que pocos escritores tienen. Tus escritos tienen alma y calan hondo. Créetelo y espera. Desde hace mucho tengo una fe ciega en ti y como sea, vas a llegar. Así que sigue disfrutando de lo que haces y guárdame un sitio en primera fila para que cuando llegue la hora de aplaudirte y alegrarse contigo porque por fin lo has logrado, pueda verlo desde bien cerquita y ser de las primeras en felicitarte.
Un beso, mi niña.

Nieves Hidalgo dijo...

No te imaginas lo que me alegran tus palabras. Porque como dice Irdala, tienes "algo". Ese don que hace que emocione leerte, que se le ponga a uno en vello de punta, que embeleses.
Niña, TÚ no puedes fallarnos. No desesperes, sigue ahí. Y por favor, continúa deleitándonos con tu modo de escribir, porque llegará el día en que todos sepan quién es Érika, la autora. Estoy segura. Es un pálpito que tengo, que se cumplirá.
Y será un placer saber, cuando triunfes, que no nos habíamos equivocado contigo.
Todo mi cariño.