Sam y Lea eran mi terapia, el tratamiento de rehabilitación que mi mente exigía tras pasar meses enganchada a Carlota y Ast. La Semana Santa llegó para expiar los pecados del Carnaval y yo no pude hacerlo. Pagué cada exceso en forma de desconcentración, falta de confianza, prisas, autoexigencias e inercia emocional. Nunca llegué a verles como algo mío, y eso que habían salido de mi cabeza. Eran -son, o al menos lo que queda de ellos es- dos desconocidos sin voz y sin calor a los que traté de desfibrilar durante un largo mes.
No lo conseguí. Los perdí.
Y ahora no sé hacia dónde voy. Si es que voy. Sólo sé que me quedé vacía. Algún día volveré a sentirme completa, lo sé. Pero no hoy.
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