lunes, 25 de enero de 2016

Carne de publicidad

He decidido dedicar las pocas semanas que faltan para que Bitácora de nuestra luna de miel salga a la luz (¡zarpamos el 26 de febrero, acuérdate!) a contaros algunas cosillas curiosas acerca de esta comedia romántica que ya estoy deseando compartir con vosotros para comprobar si os gusta tanto como a mí. Qué forma más sutil de poneros los dientes largos, ¿verdad?

Hay algunas cosas de esta novela que ya sabéis, básicamente porque, aunque de manera disimulada, os las fui retransmitiendo en directo por las redes sociales: que comencé a escribirla en junio del año pasado, que después de dos capítulos la aparqué una temporada, y que finalmente y a duras penas se convirtió en un reto conseguido durante mi NaNoWriMo 2015. 

Pero hoy me gustaría contaros un secreto que muy poca gente sabe y que estoy segura de que dejará a más de uno bastante alucinado: de dónde surgió la idea para el argumento de Bitácora de nuestra luna de miel.

Uno de mis profesores de la facultad me dijo en una ocasión que yo era carne de publicidad. Para que os hagáis una idea: soy de esa clase de personas (me juego lo que sea a que todos o casi todos conocéis a alguien así, por lo que me voy a permitir el lujo de considerarlo una categoría) que siempre anda tarareando los jingles de los anuncios de televisión, que recuerda esloganes de hace veinte años de los que nadie más se acuerda, que reconoce spots en los primeros segundos después de haberlos visto solo una o dos veces y que asocia cualquier canción utilizada en el mundo de la publicidad con su anuncio correspondiente. Sí, soy de esas. ¿Y para qué os explico todo esto? Pues para que no os asustéis entendáis mejor  lo que estoy a punto de contar...

Hace ya un par de años, allá por el 2014, cierta compañía de cruceros (no voy a decir su nombre, puesto que no me pagan por ello, jajaja) lanzó en televisión un spot muy chulo y buenrollero con la canción New shoes, de Paolo Nutini, de fondo. Y yo, que soy carne de publicidad, que además soy fan consumada de los cruceros y que me encanta esa canción, no fui corriendo a ninguna agencia de viajes a reservar el mío cuanto antes (lo siento por los señores publicistas), pero sí fui corriendo a anotar en mi cuaderno de ideas lo siguiente: Novela ambientada en un crucero. Cada capítulo dedicado a una de las escalas. Ella... ¿? Él... ¿? 

Y de esta forma tan profundamente absurda surrealista empezó todo. Con un spot televisivo y una escritora chalada capaz de sacar material de los lugares más insospechados. Un tiempo después esa "ella" se convirtió en Cecilia. Ese "él" se convirtió en Damián. Y los demás personajes que los acompañan en ese viaje de locos que está a punto de empezar fueron llegando poco a poco. Enseguida los conoceréis ;).


PD: Creo que no hace falta añadir que New shoes, de Paolo Nutini, fue la canción más reproducida en mis altavoces durante el proceso de creación de Bitácora de nuestra luna de miel. Mis vecinos pueden corroborarlo, jejeje. 






jueves, 21 de enero de 2016

¿Qué mejor forma de empezar el año...

...que con buenas noticias?

Prometí que en 2016 llegarían nuevas historias para compensar la sequía literaria de 2015, y, como no quiero que termine el mes de enero sin empezar a cumplir mi parte del trato, aquí está la primera de todas ellas (¡confío en que no será la única!): «Bitácora de nuestra luna de miel», una novela corta (o no tanto...) con aires de comedia romántica contemporánea, diferente al registro en que me he movido hasta ahora (o no tanto...) y cuya sinopsis podéis leer un poco más abajo ;).

Si mis uñas y yo resistimos a la sobredosis de nervios que se avecina, os garantizamos que podréis disfrutar de ella en ebook a partir del próximo 26 de febrero. ¡Comienza la cuenta atrás!


«Lo último que Cecilia Lorenzo desea es encontrarse a bordo de un barco. De ese barco. Ella no debería estar disfrutando de su luna de miel en un crucero de lujo entre Lisboa y Estambul, no: lo que de verdad debería estar haciendo es lamerse las heridas por una boda planificada al milímetro en la que nada, empezando por la respuesta del novio ante el altar, salió como esperaba.

Pero si algo ha aprendido Cecilia en treinta años de vida es que las decisiones de su familia jamás se cuestionan. Ni siquiera cuando estas terminan con ella rodeada de pasajeros impertinentes, tripulantes entrometidos y un camarero deslenguado ―aunque muy, muy atractivo―, capaz de hacer naufragar, una por una, todas las férreas convicciones que mantienen a flote su ordenada existencia…»