Y descubrí que hay muchas más cosas que ver en los ojos de los que están por venir que en la espalda de los que ya se han ido...
El sábado pasado tuve ocasión de asistir a un concierto especial. Y digo especial porque no todos los fines de semana se reúnen dos grandes promesas coronadas de la música española bajo el mismo techo. A uno, a Pablo, ya había tenido ocasión de escucharle en directo unas cuantas veces. El otro, Fito (Mansilla) era un completo desconocido para mí hasta esa noche y, desde ella, es una grata revelación. Los dos tienen facetas en común y rasgos propios. No voy a negar que mi estilo es más rockero, como el de Pablo Valdés, pero el tono intimista, los vibratos sencillos y las letras hirientes de Fito me obligaron a caer rendida a sus pies.
Y descubrí que hay muchas más cosas que ver en los ojos de los que están por venir que en la espalda de los que ya se han ido...
No lo puedo evitar, pero cada vez que algo toca mi alma, mi cabeza automáticamente se dispara. Me encantaría ser una de esas personas que son capaces de cerrar los ojos y escuchar música y sentir que están, simplemente, escuchando música, al igual que me encantaría poder ver una peli o leer un libro y poder decir, tan sólo, que vi una peli y leí un libro. Pero no lo soy. Hay un extraño mecanismo en mi interior por el cual el arte que penetra a través de mis sentidos y viaja hasta lo más profundo de mi corazón, inmediatamente recorre un tramo igual o más largo en dirección contraria y vuelve a instalarse en mi cerebro, donde martillea, protesta, se enfurruña, patalea, lloriquea y brama de furia hasta que creo mi propia versión de los hechos. Mi segunda parte, mi precuela, mi tráiler, mi remake.
Y descubrí que hay muchas más cosas que ver en los ojos de los que están por venir que en la espalda de los que ya se han ido...
Con una canción de Fito me ocurrió algo parecido. El tema en cuestión se titula Menos tú, pero en mi cabeza dejó esa misma noche de ser un tema y se convirtió en un sentimiento, el sentimiento se transformó en imagen, y la imagen me dio la chapa durante los más de tres minutos que dura la melodía. No paré de darle vueltas y más vueltas a las letras a medida que los acordes de la guitarra de Fito llenaban los muros empedrados de La calleja. Y de ahí salió una frase. Una única frase, cerrada en su estructura pero abierta en su contenido, que desde esa fecha se repite una y otra vez entre mis sienes. No sé si se quedará en eso, en una bonita frase que guardar entre el resto de frases bonitas que he ido acumulando a lo largo de mi vida, o si es el preámbulo de algo más. Me encantaría que así fuera. Sobre todo, porque, de esa forma, dejaría de atosigarme día y noche.
Y descubrí que hay muchas más cosas que ver en los ojos de los que están por venir que en la espalda de los que ya se han ido...
Mientras tanto, reitero que me encantaría ser como el resto de la gente... Aunque ni yo misma me lo crea.