miércoles, 14 de julio de 2010

Entrevista + Reseña en Yo leo, Yo comento


Hace unos días, Aineric, administradora del blog "Yo leo, Yo comento", se puso en contacto conmigo para mostrarme la reseña de Faery que había subido a su web. De ese email surgió la posibilidad de hacer una entrevista y, apenas unos días después, puedo enseñaros a vosotros el resultado.
Ha sido un placer colaborar contigo y con tu página, Aineric, y ya sabes que espero volver a coincidir próximamente. Es extraordinario ver cómo cada vez más personas, y cada vez más jóvenes, se apuntan a la lectura y a llevar ésta un paso más allá, creando sus propios blogs, desarrollando un criterio y esmerándose en elaborar reseñas y artículos al alcance de todos. Desde aquí va mi enhorabuena y mis mejores deseos, no sólo a Aineric, sino a todas ellas.

domingo, 11 de julio de 2010

Faery en La devoradora de libros



Faery sigue suscitando opiniones. Ése de ahí arriba es el enlace que os llevará al blog de Julia Siles, quien ya me entrevistó para la revista RománTica´s hace unos meses y quien -lo sé de muy buena tinta- ha disfrutado con las andanzas de Xesa y Lugh como una "enana" y ha tenido el detalle de compartirlo con todos vosotros.

Muchísimas gracias, Julia. Sabes que siempre es un placer leerte, y espero que muy pronto tu sueño también se cumpla y podamos tener el gusto de conocer tus Lealtades Enfrentadas en papel. Mientras tanto, habrá que seguir trabajando en esa película que comentas... jejeje.

Muchos besos a todos de, hoy sí, una mujer en pleno período vacacional.

domingo, 4 de julio de 2010

Va de reseñas


Hasta que vuelva a ser una humana libre otra vez el viernes por la tarde, os dejo en compañía de dos amigas que han tenido la amabilidad de colgar sendas reseñas de Faery en sus blogs (y, de paso, la gentileza de avisarme, porque últimamente no me entero de nada...)

Gracias por vuestras palabras, Lecturiosa y Tanís. Espero que pronto podamos coincidir de nuevo!

viernes, 2 de julio de 2010

El día que Erik se redimió


Reconozco que fui una de las primeras escandalizadas que se negó en rotundo a tener cualquier tipo de contacto acústico o visual con la -por aquel entonces lejana- idea de sir Andrew Lloyd Webber de llevar a cabo una secuela de "The Phantom of the Opera" en colaboración con el señor Forsyth -el anticristo de los phans-.

He tratado de permanecer alejada de esos planes, que al principio a todos nos parecían descabellados y que, a pesar de haber ido tomando una forma paulatinamente más definida conforme pasaban los años, siguen siendo descabellados. Evité leer foros, suscribirme a boletines, rastrear información en Google. Me negué a retomar la lectura de esa fatídica obra, "The Phantom of Manhattan", en la que todos los seguidores de Erik nos cagamos al menos una vez en nuestra vida.

A principios de marzo fui a El Corte Inglés en busca de una banda sonora; una que no tenía nada que ver con ésta. Y, sin embargo, al barrer con los ojos las estanterías, allí estaba su máscara. Otra vez. Con una forma nueva y un nombre distinto, pero allí estaba su máscara. Me eché las manos a la cabeza y maldije a Lloyd Webber por hereje. Finalmente había cumplido su promesa. Había secuela para el musical de 1986. Cómo se atrevía él a... ¿Cómo se atrevía?

Aparté la vista de la carcasa. Me alejé rápidamente, lo más rápidamente que pude, pero... Ya era tarde. La curiosidad mató al gato, dicen, y a mí siempre me ha gustado ronronear. Durante meses me dejé caer por todas las tiendas de discos que conocía para comprobar, como al descuido, que allí también estaba Erik. Que estaría en mi casa y en mis auriculares otra vez sólo con abrir mi monedero. Sólo con desearlo lo suficiente.

Y, creedme, para alguien que se llama Érika en su honor, el deseo es algo fácil de medir.

Caí en la tentación, como era de esperar, el mismo día de mi cumpleaños. Ha pasado un mes desde entonces, y la máscara de Erik me acechaba en la penumbra de mi habitación, desde las baldas de madera, desde el suelo de parquet, desde el escritorio... He estado treinta días cambiándola de sitio una y otra vez, sin decidirme a abrir la caja.

Hasta ayer.

Agarré el libreto, me tumbé en la cama, y le di al play. Y al principio no sabía dónde estaba, ni qué tipo de farsa humillante e irracional era aquella. Era un calco del fantasma de Forsyth, sí, pero al mismo tiempo no lo era, y yo...

Hay una estrofa de "Music of the night", en el musical original, que dice, a grandes rasgos: olvida todo lo que has conocido, pon la mente en blanco y deja que el sueño comience. Como siempre sigo al pie de la letra todos los consejos de Erik, eso hice. Y, en esta ocasión, había un consejo nuevo entre sus versos: let dreams pass, let them die. Vale que una es muy friki y que va a buscar paralelismos entre todo lo que vea/escuche/sienta, pero cuando me di cuenta de que estaba ante una versión actualizada de "Music of the night", la "Music of the night" en la que Christine ya no está, la "Music of the night" que todos nos quedamos con las ganas de escuchar, la "Music of the night" de los diez años después... Cuando me di cuenta estrujé el libreto y resoplé para contener las lágrimas.

No voy a engañar a nadie: "Love never dies" no es un buen musical. Es, simplemente, un musical hecho para phans. Está plagado de incongruencias, hay unos cuantos sinsabores -de repente las Giry son malas... ¿eim?- y el argumento -si es que lo tiene, porque yo aún lo sigo buscando- es peor que el de un culebrón de los ochenta. Sin embargo, es Erik, y son sus canciones, y es, por encima de todo, su redención.

¿Qué importa que una obra sea vulgar si hemos tenido que esperar a 2010 para ver un pequeño rayo de felicidad en los ojos que oculta la máscara? ¿Qué más da que la escenografía parezca de película de terror adolescente? ¿Y qué importancia tiene que a Ramin Karimloo -más que digna su interpretación, a pesar de todo- se le vayan de vez en cuando los gorgoritos al cielo sobre Lavapiés?

"Love never dies" es, como ya dije, un musical hecho para phans. Si no lo eres, ni intentes aproximarte a él, porque podrás entenderlo, pero no podrás ver su belleza ni ir más allá.

Ha sido creado para los que, como yo, hemos leído el "Phantom" de Susan Kay más veces de las que podemos contar con los dedos de ambas manos, y sabemos, por tanto, de qué cigüeña procede Gustave, lo mucho que se parece a su padre cuando era pequeño, lo orgulloso que Erik estaría de él y de su belleza, lo buena madre que es Christine y lo felices que son sus fiestas de cumpleaños, sin una Madeleine que se dedique a negar besos maternales o a matar arañas.

Ha sido creado para los que conocimos a Luciana alguna vez, en una azotea; para los que creemos a pies juntillas los datos empíricos que Leroux nos ofrece del fantasma y corremos a comprobarlos en el palco 5 de la Ópera Garnier.

Ha sido creado para los que aún teníamos la esperanza de que Christine recapacitara y, más allá todavía, para los que estábamos convencidos de que escondía más de lo que esa niña tonta y cantarina aparentaba.

Ha sido creado para los que hemos sufrido en nuestras carnes las aberraciones que Darío Argento, Brian de Palma, Arthur Labin y otros tantos que, como ellos, se han dedicado a experimentar con el personaje por excelencia.

En definitiva, ha sido creado para los que lloramos a lágrima viva con los brevísimos acordes de "The point of no return" que suenan en el reencuentro de Erik y su Christine.

En 1910, Gaston Leroux dio vida a un personaje marcado para siempre por las líneas de su rostro y condenado eternamente a la desdicha, la melancolía y la soledad. Un siglo después, nosotros le hemos permitido, al fin, creer que aún hay esperanza. ¿Qué importa todo lo demás?