jueves, 18 de febrero de 2010

lunes, 15 de febrero de 2010

El final de un camino


Tenía intención de escribir un post en el que daros las gracias por las más de 5000 visitas que ha recibido este blog desde que me mudé a Blogspot el pasado marzo. Tampoco hubiese estado mal hacer referencia a los comentarios con los que me felicitáis y me recordáis que estáis ahí, del otro lado de la pantalla. Incluso en las épocas más difíciles, saber que hay alguien a quien le interesa lo que he escrito, escribo y escribiré, es lo que me ha ayudado a seguir adelante, dándome fuerzas para vencer el desaliento, la incertidumbre, la sensación de fracaso, el dolor, la angustia. No estaría de más, asimismo, guiñarles un tecleo rápido a todos los que os habéis suscrito a esta página, los que me habéis enlazado desde las vuestras, los que me habéis dado vuestra opinión en emails, en facebook, y también en foros como aquella vez que decidí colgar una novela inédita (la técnicamente desaparecida Sin Alma, la red la tenga en su gloria…) en un pequeño portal entre amigos.


Podría recordar todos y cada uno de esos momentos, esas instantáneas fugaces que han acompañado mi recorrido a lo largo de los años y que, aunque no lo creáis, han quedado grabadas a fuego en mi memoria. Sin embargo, no quiero escribir una letanía de situaciones que, seguramente, os adormecería. Tan sólo quiero echar un breve vistazo al pasado y saludar a mi amiga Fontaneda, la protagonista de mi primer cuento sobre una galleta con ínfulas de arqueóloga fraudulenta.


Ella dio el pistoletazo de salida a este trayecto plagado de altibajos que se inició hace diecisiete años y del que hoy puedo anunciar al fin la cercanía de su meta. Su ansiada, soñada y perseguida meta.


Mes de Abril de 2010.


En vuestras librerías.


Editada por Zeta Bolsillo.


Flanqueada por dos obras que han tenido que sortear los mismos obstáculos, las mismas desavenencias, la misma paciente frustración que ella.


FAERY.


De Érika Gael.


Gracias por ayudarme a conseguir eso. Y gracias también por todo lo bueno y malo que venga como consecuencia. Cuento con vosotros con la misma ilusión con la que abrí este blog cuando era una completa desconocida, el mismo que dentro de dos meses se convertirá en la página de una autora publicada.

sábado, 13 de febrero de 2010

¿Qué le pasa a Adam?

AVISO: Este post es aburridísimo. No tiene nada que ver con lo que acostumbráis a leer por aquí, pero era algo que necesitaba escribir, como una página en mi diario que merece ser recordada. No apto para lectores a los que les interesa un pimiento la psicología o para los que podría llegar a interesarles pero no quieren introducirse en ese campo de la ciencia de la mano de una friki como yo.

Últimamente las cosas están difíciles y, como siempre que eso sucede desde que la complejidad de las cosas decidió convertirse en una constante en mi vida, he decidido correr a refugiarme tras las faldas de la misma osa que siempre acude en mi rescate. Y no, no es mi madre. Es la psicología.

Mi relación con ella ha adoptado todo tipo de roles: he sido la incrédula ciudadana que huía de las patrañas formuladas para mantener sedados a cuatro locos; después me tocó ser la paciente abnegada que no tuvo más remedio que admitir la existencia de la luz al final del túnel. Durante los últimos años, he sido la ansiosa aprendiz ávida de conocimientos cognitivo-conductuales. Y hoy, al fin, me sentí psicóloga. Vi la cuarta dimensión desde el interior de la propia cuarta dimensión. Sentí que cinco años de carrera habían dado sus frutos.

Hace unas semanas, decía yo en este mismo blog que me encantaría ser como el resto de la gente y poder leer un libro sin que la deformación profesional de reescribir cada línea a mi manera me atosigase. Hoy me he dado cuenta de que nunca podré volver a ver una película sin preguntarme qué le pasa al protagonista, sobre todo si al protagonista, como en el caso de Adam, le pasa algo.

Disfruté como una cría visionando esta película, de la que no tenía ninguna referencia y que me encontré por casualidad entre las recomendaciones de la web. No sabía de qué trataba, quién era su director, no conocía a los actores, pero en la sinopsis se anunciaba una historia de amor un tanto peculiar y eso fue suficiente para que atrajera mi atención. Y mi atención pendió de un hilo durante la primera media hora de metraje, la misma media hora durante la que mi cabeza discurrió a toda velocidad qué le pasaba a Adam.

-Minuto 2: En la nevera de Adam sólo hay macarrones con queso, unas cuantas bolsas de verduras congeladas y un montón de paquetes alineados de cereales. A simple vista, eso no es nada significativo, pero nos dice que Adam es una persona con unas costumbres estrictas y muy disciplinado. ¿Trastorno obsesivo-compulsivo?

-Minuto 2:05-2:13: Adam, en el cementerio, se golpea la cadera con el puño cerrado y camina sin flexionar las rodillas. Sigo sin descartar la hipótesis de TOC, pero ese gesto, la rigidez muscular y la expresión de bondad-inocencia de su cara hacen que me plantee algún tipo de discapacidad intelectual.

-Minuto 3: Adam vuelve a casa después de enterrar a su padre e inmediatamente comienza a barrer el suelo con pulcritud. La teoría vuelve a apuntar al TOC, pero la dulzura y la ausencia de ansiedad y nerviosismo con que ejecuta sus movimientos me llevan a rechazar que estos formen parte de un ritual compulsivo. Además, no hay tristeza visible en su expresión, a pesar de su reciente soledad. Sigo considerando la idea del retraso mental, o tal vez incluso alguna forma suave de catatonia.

-Minuto 3:10: El armario de Adam está igual de ordenado que el resto de su casa, y deposita el gorro de Mickey en Fantasía en un hueco perfecto, con la altura y el ancho exactos. Esto sigue apestando a TOC, pero el gorro en sí me deja nuevas pistas: ¿por qué se aferra tanto a él? ¿Por qué llevarlo hasta el cementerio y no arrojarlo sobre el ataúd de su padre, como pensé que iba a hacer, al comienzo de la película? La hipótesis del retraso mental cobra fuerza.

-Minuto 4: Adam llega a su trabajo. Es ingeniero electrónico en una empresa de fabricación de juguetes. Coño, esto es nuevo. La idea de la discapacidad intelectual se va por la borda. Bye-bye...

-Minuto 4:25: Su jefe llega para hablar con él y Adam evita en todo momento el contacto visual. Uy, uy, uy. Aquí hay un filón. Puede que sea fobia social (en el cementerio tampoco interactuó con ninguno de los presentes) o puede que sea... autismo. ¿Autismo, estás segura? No, no puede ser autismo. No hay ningún problema de lenguaje, y además es muy listo. ¿Y si es un Asperger?

-Minuto 5:50: Se repiten una y otra vez escenas cotidianas de Adam. Y siempre están presentes los macarrones con queso y su ordenador portátil a la hora de la cena, siempre con el mismo video en reproducción. Una única palabra acude a mi mente: RUTINAS. Da igual el que sea, pero antes del minuto 6 ya tengo completamente claro que lo que le pasa a Adam es un trastorno del espectro autista.

-Minuto 6:35: Adam sale corriendo cuando coincide con Beth en la lavandería. Además, ella le ha pedido implícitamente que le preste su llave y él no ha captado la intención de sus palabras. Toma ya. ¿Por qué será que una posible fobia social como explicación a sus problemas de interacción no me convence en absoluto? Porque esto no es una fobia social. Esto es un trastorno del desarrollo como que el cielo está arriba y la tierra abajo.

-Minuto 7:45: Beth dice: "Ah, necesitas una tarjeta para la lavadora...", a lo que Adam contesta sorprendido: "No, ya la tengo". Bingo. Sólo es capaz de entender la literalidad del lenguaje. No capta chistes, ni indirectas, ni siquiera la impersonalidad de los verbos. No me cabe ninguna duda. Adam tiene alguna forma de autismo.

-Minuto 8:20: Adam está en las escaleras de la calle contemplando imágenes del espacio en su portátil. Se pone a cotorrear como un niño acerca de astronomía y ni siquiera se plantea ayudar a Beth, que vuelve cargada con su carrito del super. Hay islotes de capacidad, es decir, que Adam tiene una capacidad intelectual más elevada de lo habitual y su interés se centra sobre todo en un tema concreto: el universo. Habla sin parar acerca de su afición y no muestra empatía con su vecina ni se pone en su lugar para ayudarla a subir sus compras. Hace 35 segundos, Adam tenía algún tipo de trastorno del desarrollo. Ahora, para mí, Adam tiene Asperger. Seguro. Sonrío para mí cuando me doy cuenta de lo evidente.

-Minuto 10:56: Beth invita a Adam a salir con sus amigos y él ya está preparado mucho antes de la hora. No obstante, en el último momento se pone nervioso y decide no abrir la puerta. Vale, esto me ha descolocado un pelín. Sobre todo porque durante la secuencia, el director ha decidido poner de fondo un sonido indescriptible a mitad de camino entre los oídos taponados por la presión y el ataque de pánico. ¿Y si estoy ante una esquizofrenia y no me he dado cuenta? La opción de la agorafobia tampoco me cuadra: ha salido de su casa suficientes veces y se ha mostrado lo suficiente tranquilo al hacerlo como para pensar ahora en crisis de angustia. Le vuelvo a dar al play.

-Minuto 14:56: Beth comenta lo triste que es el fin del universo y Adam no entiende sus sentimientos. De nuevo no hay empatía con las emociones del otro. Él se ha limitado a soltar la retahíla acerca de los datos técnicos del universo que se sabe de memoria, pero es incapaz de ver más allá. Para él, no hay ninguna connotación en los hechos. Que me aspen si no es un Asperger.

-Minuto 15:05: Adam tensa y separa los dedos. Hay movimientos esterotipados en las extremidades. Chica, ya tienes tu diagnóstico...

-Minuto 25:12: Adam es despedido del trabajo. Recoge sus cosas y se marcha. Hay desorientación espacial y estrechamiento en la atención. Le han trastocado sus rutinas tan firmemente arraigadas, ¿qué va a hacer ahora?

-Minuto 26:30: La policía lo intercepta cuando se para a observar a los niños que juegan felices en el colegio donde trabaja Beth. Se siente atacado, indefenso y es incapaz de entender qué hay de malo en mirar a los niños jugar. Entre lo del trabajo y esto, toda la estabilidad de su día a día se va al garete. Adam sale huyendo aterrorizado. Por favor, ¿a alguien le queda alguna duda de que esto sea un caso claro de Asperger?

-Minuto 27:30: Adam llega a casa y se golpea la cabeza contra el espejo. Tenías tu diagnóstico... y tu diagnóstico se confirmó. Por si todavía alguien tenía dudas: ahí está la prueba definitiva.
-Minuto 30: Adam dice lo siguiente: "A veces es difícil para mí, porque yo... tengo un problema... Se llama síndrome de Asperger"

Doy un brinco en el sofá, pulso el botón de pause y me echo a llorar. Las lágrimas caen desde mis párpados como el champán que se vierte desde la botella a la copa, celebrando que el 13 de febrero de 2010 tuve algo que celebrar.

martes, 9 de febrero de 2010

Opio


Es por el humo que asciende en espiral sobre mi rostro, describiendo las curvas que la seda de tu vestido envuelve bajo mis palmas.

Es por el bullicio de esa música tribal que resuena en las paredes del fumadero, procedente de algún lugar lejano. Igual que los susurros atronadores de tu corsé cuando mis dedos lo desatan con agilidad y cae al suelo entre faldones, exponiendo a mis ojos el mejor regalo que jamás me han dado.

Es por el sabor de la hierba seca y del vapor etéreo, del aire espesado y del calor más puro resbalando por mis sienes. El mismo que brama en mis papilas cuando me deslizo por el contorno serpenteante de tu cuello y dejo caer mi boca donde más lo necesitas.

¿Que por qué me gusta el opio? Porque me gustas tú.



© Érika Gael