jueves, 31 de diciembre de 2009

Propósitos de Año Nuevo

Soñar, crear y teclear... MÁS.

martes, 29 de diciembre de 2009

Las tripas de mi corazón - Boceto de Noche de Diavolata


Hay un archivo en mi disco duro repleto de todas esas ideas que surgen en mi cabeza como luciérnagas en la noche cuando una canción salta a la primera fila de la gramola, cuando camino de casa a la facultad o de la facultad a casa y mi mente se evade en mitad de un paso de peatones, cuando no me puedo dormir y dejo que mis neuronas jugueteen un rato más junto al calor de mi almohada.


Ese archivo es el primer filtro -o, mejor dicho, la ausencia de filtro- para una gran parte de las futuras escenas que poblarán mis novelas. Rara vez ven la luz esos pequeños bosquejos tal y como fueron elaborados inicialmente, aunque sí son muy fáciles de identificar en el resultado final de la obra.


Esos breves fragmentos de historia, esas mínimas porciones de realidad sin descripciones, sin escenarios, sin correcciones ni aclaraciones, son los pulsos que le dan vida a mis Príncipes y que me dan vida a mí.


Hoy, sin motivo aparente, y con multitud de ellos al mismo tiempo, me apetece regalaros uno. El último añadido a esa larga lista de imágenes fugaces que, algún día, formarán parte de algo tan grande como el amor entre un hombre -o un demonio- y una mujer.


Noche de Diavolata. Capítulo ¿? Escena ¿? En el balcón de la suite por la noche.


—¿Habías estado aquí antes?

—Alguna vez.

Una. Con Lily. (pensamiento en cursiva)

—¿Qué es eso que tiene de especial? Llevo todo el día dándole vueltas y no soy capaz de descifrarlo.

—¿Tienes que emplear la lógica para todo? Es Sorrento. Eso es lo que tiene de especial, sólo eso. Simplemente disfrútalo.

—¿Y cómo es para ti Sorrento?

Pausa.

—Apasionada.

¿Había elegido él deliberadamente un adjetivo en femenino?

—Me voy a la cama.

—Es como tú.

—¿El qué? ¿La cama?

—No. La Campania. Es ácida y voluptuosa, con un toque de dulzura. Vive perpetuando imposibles, soñando con algo que ya no podrá ser. Y, sobre todo, se empeña en ofrecerle al mundo una cara que no es la suya.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Una gran noticia

La web El Rincón Romántico ha tenido la amabilidad de añadir a su página la entrevista que me realizó Nieves Hidalgo este mismo mes. Podéis verla pinchando desde la portada o mediante el link directo a la entrevista:

http://www.elrinconromantico.com/

http://http//www.elrinconromantico.com/w/index.php?option=com_content&view=article&id=82:-de-escritora-a-escritora-erika-gael&catid=38:articulos-y-noticias&Itemid=65

Y la novedad más importante: allí podréis disfrutar también de la estupenda crítica que ha realizado Irdala de Noche de Mardi Gras. Infinitas gracias, Irdala.

http://www.elrinconromantico.com/w/index.php?option=com_content&view=article&id=83:-noche-de-mardi-gras-de-erika-gael&catid=38:articulos-y-noticias&Itemid=65

Como véis, no puede haber una forma mejor de darle la bienvenida al Año Nuevo, al menos para mí ;).

Millones de gracias y un saludo desde aquí a todo el equipo de El Rincón Romántico.

martes, 22 de diciembre de 2009

Impresionismo

No voy a escribir un relato acorde con estas fechas. Tampoco voy a hacer que resuenen vuestros altavoces con la estridencia de un villancico o que parpadee vuestra pantalla con mil guirnaldas de pequeñas luciérnagas. No voy a fabricar un christmas personalizado, ni a felicitaros las fiestas con alguna de esas trilladas frases estampadas con un sello en las tarjetas de El Corté Inglés.


No voy a sacar el turrón ni los mazapanes. No voy a tocar la zambomba, ni a pedir el aguinaldo, ni tampoco a dejar que las burbujas aleteen en torno a mi anillo de oro en el fondo de la copa. ¿Brindar, siquiera? No, tampoco.


No voy a hacer ninguna de esas cosas, no os preocupéis. Y eso que me chifla la Navidad. Me encantan los villancicos que retumban en las calles, las lucecitas de colores en las fachadas y en el interior de cada casa, me encanta el turrón y el champán de las doce y un minuto.


Pero lo que más me gusta de la Navidad es, sin duda alguna, que por una vez en el año se nos permite sentir. Es esa emoción, buena o mala, pero a flor de piel, que nos embarga a todos y que a nadie le da vergüenza confesar lo que me atrae irremediablemente de estas fiestas. El instante mágico en el que el pasado, el presente y el futuro se conjugan en un abrazo, una sonrisa, una llamada telefónica o un grito infantil que rasga el papel de regalo.


Puesto que me pirra escribir, me pirra la Navidad, y me pirra el sentimentalismo duro que caracteriza esta época, os quiero felicitar del mejor modo que sé: con un relato, sí, pero con uno que escribí ya hace muchos meses, cuando había un sol espléndido en el cielo y el chocolate a la taza había sido sustituido por un té bien frío. Uno que no os esperáis.


¿Uno que nos emocione?, diréis.


No.


Uno que me emociona a mí.


Ahí va, con mis mejores deseos para las fiestas y para el año que está a punto de comenzar:



Impresionismo


¿Ve ese gato negro en el cuadro? La culpa la tuvo ella, sin querer, una tarde de agosto. Estaba tan acalorada que, delante de mí, aferró el balde de agua que reposaba junto a la ventana y volcó todo el contenido sobre sus enmarañados cabellos oscuros. Después se sacudió, como una gatita enfadada, y centenares de gotas salieron despedidas en todas direcciones. Como ya habrá imaginado, esa esquina recibió una buena parte. Aún no estaba seca y los colores se mezclaron, cayendo en arroyos hasta el caballete. Un estropicio, comprenderá. Traté de arreglarlo pero el daño era irreversible. Así que pinté un gato negro encima. En homenaje a ella y a aquella gloriosa tarde de agosto en que nos despedimos. Cuando firmé el cuadro, la muchacha se vistió y la magia se rompió. Mis ojos se secaron, igual que mis pinceles, y no volví a verla más.



© Texto: Érika Gael

© Imagen: Olympia, Édouard Manet

jueves, 17 de diciembre de 2009

The cat´s alive, Brick


Todo se reduce a un click.




Un click que, sin embargo, no llega, ¿eh, Maggie?




No llega.




¿Y mientras tanto?




Mientras tanto la asfixia.




Sigue asfixiándote, pudriéndote, rebajándote, anulándote.




Sigue quemándote en tu estúpido tejado.




La luna está llena. Y tú estás vacía.




¿Costó, eh? Pero al fin la viste. Entera. Redonda. De verdad.




Ya lo decía tu gran amigo Tennessee: Ha salido la luna y está pálida, un poco amarilla...








viernes, 11 de diciembre de 2009

Entrevista en el blog de Nieves Hidalgo

Hace poco más de un año, una mujer de la que yo sólo conocía el nombre que figuraba en la portada de un libro, me daba las gracias a través de mi blog por la crítica que realicé sobre su novela "Lo que dure la eternidad". Hoy, soy yo quien tiene que agradecerle a ella la oportunidad maravillosa que me ha brindado. Esa oportunidad podéis leerla aquí ;):

http://nieveshidalgo.blogspot.com/2009/12/autora-erika-gael.html

Gracias, Nieves. Faltan autoras como tú.

martes, 1 de diciembre de 2009

De La Mole, M.

Diría si alguien me lo preguntara -y juro que no miento- que no sé cuál es el primer libro que cayó en mis manos, al igual que tampoco recuerdo con exactitud el título del primero que fui capaz de liquidar yo solita. No sé cuál fue el primero que me regalaron, ni mucho menos el primero que tomé prestado en la biblioteca de mi ciudad. Me parece imposible recordar el primer libro que me hizo llorar, el primero que me hizo reír o el primero que me hizo temblar -aunque, si me pongo, estoy segura de que algo acabaría saliendo a la luz-. Sin embargo, nunca fui capaz de olvidar el primer libro en el que existí.


Resulta muy curioso abrir las tapas de un ejemplar y tener que cerrarlas poco después, estupefacta, cuando te das cuenta que tú misma ocupas páginas y páginas de esa historia. A todo el mundo le ha pasado eso en algún momento de su vida mientras escuchaba una canción, todos hemos salido alguna vez del cine con la sensación de haber pasado una hora y media reviviendo parte de nuestra vida pasada. Pero, ¿con un libro? ¿Cuántas personas pueden decir eso de la palabra escrita? No me refiero a la identificación, ése es un fenómeno demasiado simple de explicar. El ser humano tiende a la normalidad, ya lo dijo Gauss, así que no debería extrañarnos en absoluto saber que otros sienten lo que sentimos, dicen lo que decimos y viven lo que vivimos.


No, para nada. No es de la identificación de lo que estoy hablando. Es de la posesión más pura. De cómo un cuerpo puede poseer una mente. Y de cómo una mente, por tanto, puede poseer otra. Ya ha quedado claro que los demás tienen la capacidad -y el derecho- de sentir lo que sentimos, decir lo que decimos y vivir lo que vivimos. Pero, ¿tienen el derecho a ser lo que somos? ¿Puede un personaje ser uno mismo? ¿Uno creado, además, ciento cincuenta y cinco años antes de mi nacimiento? Como dice mi madre, si nos parecemos es porque tú te pareces a mí, no porque yo me parezca a ti, no seas retorcida. Stendhal publicó Rojo y negro en 1830. Mi madre me publicó a mí en 1985. No, mamá, no quiero ser retorcida, pero es que asumir que a medida que crecía me convertía en un personaje del que ni siquiera tuve conocimiento durante mis primeros diecisiete años de vida es más difícil de asumir que el que las casualidades existan y que todos tenemos un doble, no sólo físico, en este mundo.



Tropecé con Mathilde de La Mole un aburrido verano, en una época de mi vida en la que, como todo el mundo, el afán de enriquecimiento y el ingenuo e inconfesable deseo de proclamarme superior al resto de la raza humana me absorbían. Para quienes no conozcan la obra de Stendhal, basta decir que Mathilde es una de las protagonistas de peso de la novela, la segunda amante del seminarista Julien Sorel, hija de un acaudalado aristócrata parisimo y descendiente directa del legendario Boniface de La Mole, malogrado favorito de la reina Margot.


Pero todos los títulos nobiliarios y genealogías diversas de Mathilde perdieron sentido en el momento en el que ella perdió la chaveta y yo me enganché a su pose trágica y sus atribulados devaneos emocionales. Dicen los expertos, que son gente que sabe mucho de Mathilde de La Mole porque Mathilde de La Mole sin duda se merece que haya teóricos de todo el planeta estudiándola a ella, que Mathilde es un ser emocionalmente estúpido. Yo añado, además, que Mathilde de La Mole es el personaje más histriónico, caprichoso, melodramático, inestable, romántico -desde el punto de vista más estricto posible-, entregado, leal, incomprensible, inteligente, trasnochado, áspero, llorica, valiente, crédulo, cultivado y complejo de cuantos me he encontrado. Vive anclada en su mundo de fantasías y cuentos de hadas truculentos al más puro estilo Werther. Se niega a vivir la realidad, desde el principio hasta el fin de sus días; se niega a adoptar una perspectiva objetiva sobre el mundo, los sentimientos y los que la rodean. Es pesada, mojigata, seductora, hiperreflexiva a la vez que inconsciente e irresponsable, clasista, malcriada, sosa e insufrible.


Pero es única de un modo que me aterra. Y me aterra porque, en un momento determinado de mi propia existencia, yo sí tuve que abrir los ojos y dejar de jugar a las tragedias griegas. Menos mal que aún me quedan mis escritos para dejar salir a la Mathilde que, muy a mi pesar, tuve que guardar bajo tres vueltas de llave.
Foto 1: Julien Sorel & Mathilde de La Mole, por Perinic.
Foto 2: Rouge et noir, por Balade visuelle.