martes, 1 de septiembre de 2009

Amar sin medida


Creo firmemente en el amor sin medida. Ése que te lleva hasta la locura, hasta el cielo, hasta el infierno. Ése, el irracional, profundo e ilógico. El que te hace volar, temblar, cantar. El que se despierta a la vez que tú pero no se duerme al mismo tiempo, sino que permanece en sueños.


El amor con mayúsculas, ése que te arrastra al abismo y no puedes parar de reír en el trayecto. El que te vuelve el idiota más inteligente del mundo. El chute que te coloca y te hace revivir a la vez, convirtiéndote en adicto por toda la eternidad.


El amor del bueno se ancla en tu pecho, presiona tus pulmones, brinca en tu estómago, palpita entre tus piernas, brilla en tus ojos, dilata tus arterias, curva tus labios y asesina tu raciocinio con alevosía y premeditación. Te sube en montaña rusa a las nubes y, cuando estás arriba, te das cuenta de que, cuando bajes, todo será exactamente igual.


Te libera y te somete, rompiendo las cadenas que constriñen tu alma y atando tus muñecas al cabecero de la cama. No te vuelve ciego, no. Te transforma en un mutante con rayos X en la retina. Tal vez no dure mucho, pero la resaca que te deja perdura para siempre, y eso es lo que importa.


Huyo de las relaciones basadas en la conveniencia, la responsabilidad, el egoísmo, la rutina, el aburrimiento, la desesperación, la colaboración, el orden, la obligación, el desequilibrio, la pereza y el conformismo. Creo firmemente en el amor sin medida. Porque existir, existe.

2 comentarios:

Sonia Galdós dijo...

Existe, Érika, aunque a veces olvidemos que existió, o la intensidad que tuvo. Qué frágil es la memoria.

espartana dijo...

Pues no es por hacer de abogado del diablo (:P), pero me parece que hay muchas pruebas que apoyan justo el postulado contrario.

Firmado: Una descreída