domingo, 7 de junio de 2009

Questa storia










La primera vez que lloré con este libro estaba en la playa. Atardecía, una calurosa y húmeda tarde de julio. Año 2007. Lo achaqué a mi repentino estado de sensiblonería aguda, justo después de haber leído Amantea y con ZigZag aún fresco en las compuertas. Mi sobrino llegó corriendo al más puro estilo kamikaze, me llenó de arena y se subió a caballito en mi espalda, así que me sequé las lágrimas y lo guardé en el bolso.

La segunda vez que lloré con este libro ni siquiera hizo falta que lo leyera entero. Bastó con el epílogo. Fue en septiembre de ese mismo año, una noche tibia, ¿antes o después de las fiestas? No recuerdo las fiestas, pero sí recuerdo el libro. Al final mi vida siempre se acaba reduciendo a eso. Lo achaqué al cansancio, físico y emocional, que me acechaba esos días.


La tercera vez que lloré con ese libro fue cuando lo recuperé (¡al fin!) de las manos de mi hermana. Y que conste que no es un reproche, Oña. Creo recordar que fue hacia finales de octubre de 2008, o a lo mejor habíamos entrado ya en noviembre. La estación otoñal me suele afectar bastante así que... ¿necesito otra excusa? Pues, quizás, que se me había metido algo en el ojo. O que mi madre picaba cebolla en la cocina. O que la luz del monitor me había pasado factura después de un agotador día frente al portátil.

La cuarta vez que lloré con este libro fue hoy. Y ya no pienso seguir buscando excusas tontas ni forzadas casualidades, sino que simplemente voy a admitir que me encanta, que me emociona, que lloro con el contenido, pero también con las formas, que no me avergüenza, que es sencillamente genial y que en cada nueva oportunidad que le doy (y me doy) descubro algo nuevo. Por eso pienso seguir dándole muchas oportunidades, aunque me deshaga en lágrimas en todas ellas.

No hay comentarios: