miércoles, 27 de mayo de 2009

Reencuadre


(O de cómo la psicología puede aplicarse a los sueños)

Ejemplos:
Siempre estás contradiciendo a los demás —— Reencuadre: Me preocupa que los demás pueda estar equivocados, por eso les facilito todas las alternativas.


Me bloqueo bajo presión —— Reencuadre: Necesito tiempo para realizar un óptimo trabajo.

Caso 1:
Las editoriales no me hacen ni puto caso —— Reencuadre: En realidad están esperando a que pase la crisis para hacerme una promoción que ya quisieran la Rowling y Zafón juntos y, de paso, dedicarme todos sus beneficios.

Caso 2:
No me apetece escribir —— Reencuadre: Tengo tanto talento que no me hacen falta ni ganas para hacer auténticas obras maestras. De hecho, estoy pensando en escribir la nueva novela con los ojos cerrados, las manos atadas y el portátil apagado y, aun así, me saldrá redonda.

Aprendiendo a ver la vida a través de reencuadres. Es la leche, os lo recomiendo.

domingo, 24 de mayo de 2009

Noche de Sábado Santo

Viví deprisa. No dejé un bonito cadáver, como diría James Dean, pero sí un rastro de amargura y remordimientos detrás de mí. Brasas que vinieron a erosionar un suelo que ya era de cenizas.


Quise abarcar entre mis brazos juveniles más de lo que entre estos podía caber. Quise tocar el cielo con los dedos y deslizarme en tobogán hasta el infierno. Viví deprisa, y no muy mal, todo hay que decirlo. Conocí dolores que ninguna persona cuerda debería haber conocido, pero también alegrías que ninguna persona cuerda conocerá nunca.



Viví deprisa, dando rienda suelta a mi irrefrenable ansia de experimentar. Me lancé a piscinas sin agua, por cuestas sin frenos, de cabeza contra zarzas de espinos. Viví deprisa, siempre tratando de mitigar esa sed insaciable de vivir.



Viví deprisa. Más, quizá, de lo que debería haber vivido. Hasta que llegaron las letras a calmarme.



Estoy a una semana de cumplir 24 años. Es sábado de madrugada. Las latas vacías se acumulan a mi alrededor. No fumo, pero si lo hiciera, seguro que estaría rodeada de colillas. El cursor parpadea sobre un documento de Word que lleva abierto toda la tarde, y la trama de Noche de Viernes Santo se hila poco a poco entre renglones. Entre páginas web, entre la espiral de colores del reproductor de windows media, entre catálogos y anhelos. Entre suspiros y señales de victoria.



Viví deprisa, muy deprisa, durante años. Luego llegaron las letras y me dieron la paz, calmaron mi cuerpo y sofocaron el nudo de mi pecho.



Mi mente, sin embargo, aún se mueve a la misma velocidad.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El terror de las embajadas



La llaman... el terror de las embajadas y oficinas de turismo.


Dicen que acecha a su presa a través de Google y las Páginas Amarillas, y que está dispuesta a abalanzarse sobre ella en cuanto abre su cuenta de correo electrónico.


Sus víctimas la reconocen por sus largas parrafadas via mail y por una ligera obsesión por solicitar acuses de recibo.


Es temida, asimismo, por los cónsules, los agentes de viajes, los funcionarios del estado, el personal de correos... Es especialmente odiada por estos últimos al obligarles a subir hasta el tercer piso envíos que nunca caben en el buzón.


La madre del terror de las embajadas y oficinas de turismo nos hace llegar sus protestas por el incipiente síndrome de Diógenes centrado en los folletos y catálogos de destinos internacionales que padece su hija.


Primero le tocó a Irlanda, luego fue Nueva Orleans... Los alaridos de pavor de su última víctima, Chipre, aún resuenan en las noches de luna llena...

domingo, 17 de mayo de 2009

Esto se acaba, Charlotte

Con el punto final definitivo a Noche de Mardi Gras no se cierra sólo el proceso de creación de una novela, sino una de las experiencias más increíblemente satisfactorias de mi vida. Es más que un libro; es un sueño cumplido, una fantasía hecha realidad. Una vivencia que me ha llenado más de lo que nunca pude imaginar.

Las labores de corrección han sido arduas y frustrantes. El boli rojo echaba humo en su paso vertiginoso sobre el papel, tachando párrafos, ordenando ideas y sustituyendo expresiones. Lo he alargado al máximo, temiendo el momento en el que tendría que cerrar las tapas y guardarlo en el disco duro. Ese momento ha llegado. Creo que el resultado final es bueno. Tal vez podría haber sido mejor, tal vez podría haber quedado perfecto, pero son mis niños, al fin y al cabo, y ahí reside también parte de su encanto.


Toca seguir adelante. Lea y Sam piden paso y no estoy dispuesta a hacerles esperar más. Sin embargo, esta vez soy yo la que desconfía de mis propias posibilidades. Al igual que tuve que luchar contra las opiniones negativas que meses atrás me decían que no sería capaz de superar Faery, ahora voy a tener que pelear, y duro, conmigo misma. Sé que puedo hacerlo, sé que todo saldrá bien al final, pero nada podrá moverme por dentro como David y Charlotte lo hicieron...


miércoles, 13 de mayo de 2009

Rompiendo platos


Hoy toca recuperar otra de esas grandes y provechosas reflexiones que nos regala Paloma en horario lectivo. Parece que a veces la facultad sirve para algo:


El fracaso es sólo parte del proceso. Yo jamás he roto un plato, porque odio fregar y nunca lo hago. Pero sí he suspendido muchos exámenes, y eso es porque llevo toda mi vida estudiando.


Dicho queda.


El hombre del baobab

Podría decir tantas cosas buenas de Amantea, que prefiero callarme y soltarlas todas juntas cuando haya leído El hombre del baobab, la segunda novela de David Cantero. Hacía tres años que esperaba por esa portada...

jueves, 7 de mayo de 2009

Inaccesible al desaliento

Llevo cuatro años preguntándome por qué nadie en la facultad se molesta en enseñarnos a ser, antes que psicólogos, luchadores. Esta mañana parte de ese deseo se ha visto cumplido cuando Paloma (siempre Paloma, si no fuera por ella...) nos ha largado uno de sus brevísimos y acelerados discursos sobre la vida. ¿El tema? Los sueños. Peliagudo, si tenemos en cuenta mi posición actual...

Paloma dice que los sueños nunca se deben, ni se pueden, olvidar. Que puedes tardar un minuto, un mes, o toda tu vida, pero tienes que conseguirlos. Y que, para lograrlo, tenemos que ser inaccesibles al desaliento.


A mí me parece perfecto, y no voy a negar que sus palabras me reconfortaron bastante, pero también es cierto que para ser inaccesible al desaliento hay que tener una paciencia que yo no sé si tengo. Igual que tampoco sé hasta dónde estoy dispuesta a llegar en esa lucha, ni cuánta salud mental voy a tener el valor de arriesgar. Paloma dice que lo mejor es ir proponiéndonos metas paulatinas a las que poder acceder de una manera realista, y yo casi no me puedo creer la cantidad de esas pequeñas metas que he ido consiguiendo durante el último año.


Pero la grande, la que de verdad importa, aún se me resiste. Y no es publicar, en contra de lo que pudiera parecer. Es enfrentarme a los portazos que me aguardan en el camino sabiendo poner la otra mejilla.



lunes, 4 de mayo de 2009

Noche de Mardi Gras - C´est fini


El 4 de Septiembre de 2008 me hice un estúpido esguince en el pie cuando corría desde la cocina hasta mi habitación para garabatear la imagen que acababa de surgir en mi mente. Así que podría decirse que Noche de Mardi Gras me marcó no sólo a nivel emocional sino también físico desde el principio, porque esa imagen era la de una chica con el pelo castaño y una camiseta morada que bailaba en un balcón de Bourbon Street mientras un hombre guapísimo, rubio y vestido de cuero, la observaba desde la calzada.


Ocho meses después de aquel incidente, esa chica, Carlota, y ese hombre, David, vuelan libres al fin. Han abandonado mi cabeza y las yemas de mis dedos y tienen su propio final feliz que disfrutar por el resto de la eternidad o, al menos, mientras alguien los siga leyendo.


Y yo me quedo tan vacía una vez más… Nunca sabrán lo mucho que me costó dejarlos marchar, al igual que no sabrán tampoco lo que me costó darles vida. Porque hay proyectos que tú pones en marcha y otros, como éste, que te mueven a ti.

viernes, 1 de mayo de 2009

Noche de Mardi Gras - Sinopsis (versión 3)


A las puertas de un nuevo Apocalipsis, el demonio Astaroth, Archiduque del Infierno de Occidente, se encapricha con un viaje de placer a la Tierra, una visita que pondrá fin a casi seis mil años de condena. Sin embargo, las órdenes de Lucifer son claras; tiene dos meses para resarcirse y después deberá volver al hogar. Dispuesto a no dejar pasar la ocasión, Astaroth hace las maletas y se planta en Nueva Orleans con una nueva identidad y un deseo irrefrenable de hacer de las suyas.


Cincuenta días después, en la misma ciudad aterrizan por error seis universitarios españoles en su viaje de fin de carrera. Entre ellos se encuentra Carlota, una joven escéptica e independiente que aprenderá a ver el carnaval más salvaje y alocado del mundo con otros ojos cuando el hombre de sus sueños se cruza en su camino.


Es difícil resistirse a la tentación, sobre todo si ésta cobra la forma del hombre perfecto y parece estar dispuesta a hacer realidad cada uno de sus secretos anhelos. Sin poder remediarlo, algo en el halo de misterio que desprende el encantador David White atrae a Carlota como un imán, pero lo que no sabe es que su propia frescura es la trampa que se cierne sobre el oscuro corazón de Astaroth.

Pero, igual que a todo carnaval le sigue una cuaresma y a todo sueño una vigilia, cuando unos sentimientos desconocidos e impensables para ambos exploten, una muchacha de provincias y un cínico demonio deberán enfrentarse juntos a la lucha por su felicidad, especialmente la de un alma que ya tiene dueño. El Mal.