domingo, 22 de marzo de 2009

El pico debajo del ala

El otro día, mientras metía mis artículos en cajas para completar la mudanza, me di cuenta de una cosa: después de todo, no me ha ido tan mal en estos últimos meses.
Cuando nació el blog de Érika Gael, allá por el mes de junio, la principal idea que rondaba mi cabeza era la de crear un pequeño lugar donde dejar constancia de mi pesadumbre, porque es ella y no el optimismo la que más me visita. Sin embargo, al echar la vista atrás, me he percatado de las pocas actualizaciones totalmente depresivas y suicidas que hay.
Pero yo sé que, en todos estos meses, ha habido mucho momentos de esos. Incluso más fuertes que los que me acosaban antes de introducirme en toda esta vorágine de la escritura profesional y la publicación. Antes me preocupaba porque no sabía si escribía bien. Ahora me preocupo porque no sé si escribo bien, no sé si mis historias tienen gancho, no sé si me paso o no llego, no sé si mis frases son repetitivas, no sé si mis personajes tienen coherencia, no sé si a las editoriales les gustará lo que creo, no sé si me publicarán algún día, no sé si quiero que me publiquen...
En definitiva. Antes tenía una preocupación. Ahora me asaltan cientos de ellas y, como tal, los momentos de bajón son más frecuentes y más profundos. Pero esos nunca llegan al blog, no sé por qué. Tal vez porque lo que quiero es transmitir al mundo un mensaje global de optimismo y esfuerzo, o porque tampoco me gusta generar compasión. A lo mejor me he visto a mí misma leyendo todo esto dentro de diez años y no me gustaría entonces recordar a la persona que soy ahora como una enclenque quejica y agobiada por las dudas.
Aunque tenerlas, las tengo. Como las de hoy, uno de esos días en los que lo único que quieres es meter la cabeza debajo de la almohada, dejar de escribir para siempre y no tener que preocuparte nunca más de lo que otras personas piensen de ti. Simplemente me gustaría dejar que las palabras fluyeran entre mis dedos, como lo hacían hasta ahora, pero empiezo a ceder a la presión. Es triste, y horrible, y repugnante, pero es así. La disciplina me ayuda; la presión me bloquea. Y ya llevo un puto mes bloqueada. Lo odio. Odio las letras. Y me odio más a mí por no ser capaz de hacer nada con ellas.

5 comentarios:

Pilar Cabero dijo...

Los bloqueos van y vienen. Sólo debemos esperar a que se pasen.
Besitos.

Anónimo dijo...

Cuantas más dudas tengas más viva estarás, así que enhorabuena para ti y para todos los que deseamos que sigas escribiendo (y muchas otras cosas más). Un beso tan grande como tú, enana.

Alassë dijo...

Pedro Guerra ya te dijo que todo el mundo duda y desespera en la canción que has copiado aquí al lado. Sí, forma parte de estar vivos, también consta aquí escrito, y también forma parte de estar poco a poco cumpliendo un sueño (aunque a veces las palabras tengan la mala idea de confabularse y ser odiosas... xD)

Arriba Érika!!

Un besín*

Anónimo dijo...

Imagino que todo esto que sientes es normal. Si no lo es, yo también tengo que hacerme mirar, porque me he sentido identificada contigo hasta en la última palabra.
No es un secreto que me gusta cómo escribes, creo que eres buenísima y que veremos tus obras publicadas (aunque no estés segura de quererlo) Si deprimirte de vez en cuando te hace escribir como lo haces, adelante, porque te funciona.
Ángeles Ibirika

Anónimo dijo...

Te entiendo perfectaMENTE, mi situación es la misma y mi problema es que la falta de tiempo por culpa del curro, no me deja salir de este... digamos lado oscuro.
Besines, Gelen.