viernes, 6 de marzo de 2009

El embarazo más corto, el parto más largo (Original 2-07-2008)








Dime una cosa, Érika: ¿cuánto tiempo tarda en formarse en tu cabeza una idea lo suficientemente emocionante como para que decidas dar en tu vida un triple salto mortal? Yo te lo diré: Cuatro minutos y cincuenta segundos. El tiempo que dura una canción. En comparación con lo que vas a tardar en darle una forma a esa idea, habitarla por unos personajes coherentes, creíbles y simpáticos, buscarle tramas, subtramas, estructuras y demás aspectos arquitectónicos, transportarla a unas coordenadas espacio-temporales determinadas y, por supuesto, aportarle tu propio toque personal, el embarazo de tu idea va a durar un soplido. Soplido, sin embargo, con la misma potencia de un vendaval en el Caribe, capaz de trastocar tus planes, modificar tu mente y machacarte tanto el subconsciente que acabarás por desear no haber oído nunca en tu vida esa canción. Ésa es la peor parte. Son los vómitos, las náuseas, los mareos, el ardor de estómago y los tobillos hinchados de la escritura. Cada imagen dispersa en tu interior que pugna por salir al exterior y no sabe el camino, mientras tu alma sabe que, o la dejas salir, o ya te puedes ir preparando para una cálida e infernal eternidad en su compañía.


Hasta que empiezan las contracciones que, en este caso, no tienen que por qué ser dolorosas, ya que cada paso que das hacia adelante actúa como epidural para los siguientes. Y entonces tu criatura, tu dulce y pequeña criatura, comienza a vislumbrar una luz allá al fondo, muy a lo lejos aún, pero hermosa y atrayente. Cada palabra escrita en el lugar adecuado, en el momento adecuado, con el significado adecuado y la belleza adecuada, es un golpe más de tu útero. El problema es que este parto es tan largo... Muy largo. Demasiado largo. Tanto, que a veces piensas en desistir y dejar el trabajo para más adelante. O, directamente, optas por desplomarte en la cama y dejar que el trabajo lo hagan otros. Pero cuando no lo haces, cuando tienes paciencia y luchas con energía por alumbrar una nueva obra, puedes sentir la maravillosa sensación que es dar vida. Y ves cómo, poco a poco (muuuuuuyyyyyyy poco a pooooocooo), los ladrillos se van apilando con tu ayuda unos encima de otros. Y entonces, un día, captas una fugaz sonrisa de uno de tus personajes y te das cuenta de que, si fueras a tener un hijo, te gustaría que sus labios fueran así. Otro, deseas fervientemente que sus ojos tengan el primer color de la mañana, cuando abres los ojos y piensas en ese bebé al que ya le queda menos para venir. Un poco más tarde, ya has visto en los monitores cómo se mueve, cómo habla, quiénes son sus amigos. De quién se enamora (y de quién te enamoras tú, dicho sea de paso). Y notas cómo la vida crece a tu alrededor, alimentándose de la fluidez con que se mueven tus dedos y el amor con que tu mente y tu alma la están creando para ellos. Te parece casi imposible que algo tan hermoso haya salido de ti. De ahí a dar la vida por tu pequeña criatura, a la que le ha costado tanto esfuerzo llegar al mundo, y sentir pánico si te la arrebatan, hay un límite sorprendentemente estrecho. Y es entonces cuando te das cuenta de lo mucho que mereció la pena transformar la emoción de las notas musicales en "La flor del agua".

2 comentarios:

Érika Gael dijo...

Autor: Bego

Varias cosas:
1. La curiosidad me mata. ¿Por qué Érika Gael?
2. Para mí escribes genial, como siempre. Pero claro ya sé que yo te miro con buenos ojos y que no entiendo mucho y todo eso... Pero escribes genial, que quede claro. Mucho más maduro lo que leo ahora desde aquella "Claudia", claro, pero con la misma fuerza e intensidad. Me encanta.
3. Así que no sueltes nunca el teclado, o el boli o los lápices de IKEA.
4. ¿Por qué has tenido que hacer este blog? Como no tengo nada más que hacer, aparte de planchar, tender, barrer, estudiar inglés, hacer la comida, leer mis correos, poner el lavavajillas, regar mis plantas, sacar a pasear a tu sobrino, comprar, podar las tomateras, charlar con mi chico, limpiar el polvo, hacer la cama, transplantar los geranios, ordenar mi mesa, hablar con mis hermanas, madre, padre, sobrino, sobrina y demás parentela por teléfono, remendar pantalones y agujeros varios..........
Fecha: 03/07/2008 11:06.

Érika Gael dijo...

Autor: Érika

Uff, antes que nada gracias por el comentario, Oña, y gracias por llevarme al borde de las lágrimas. A ver, ahora respondo:

1.- Por qué Érika Gael? Primero, por esa necesidad que tengo de escudarme cuando escribo y los demás me leen. No sé si ésa era la función original de los pseudónimos, la de esconderse por miedo al ridículo, pero es la que yo le doy :P.
2.- No te puedes hacer una idea de lo que significa para mí que me digas todo eso, aunque me veas con buenos ojos y esas cosas, jeje, por un lado, porque tu criterio es completamente válido para mí aunque digas que no entiendas de esto y no sabes cómo me anima que pienses así; por otro, porque tu opinión es de las pocas que me importa de verdad, y, finalmente, porque sé que si hay alguien de cuya sinceridad me puedo fiar eres tú. Me alegra también que veas el cambio desde Claudia (afortunadamente para todos, jaja), porque si no apañada iba... :P
3.- Prometo hacerte caso ;)
4.- ¿No eras tú la que quería empaparse de cultura en los últimos tiempos? Pues vamos a hacer un plato combinado con tu inglés y mi blog, que seguro que no te lleva tanto tiempo... :P. Aunque tampoco te enganches mucho que tengo Palmones a la vuelta de la esquina, jajaja.



Por último: perdón por las alusiones en el artículo de "Letraherida" pero todo el mundo tiene un pasado, eh??? A que pensabas que ya no me acordaba?? jajaja. Además, tú tranquila, que estoy yo para hablar. Tú te quedaste en la lectura de romántica, YO LA ESTOY ESCRIBIENDO ¬¬ y eso es mucho peor, jajaja.


Un besote, Oña. Y otro para mi sobrino el Cocoguagua y mi cuñado el Springsteeniano.
Fecha: 03/07/2008 17:25.