viernes, 6 de marzo de 2009

3:42 am (Original: "3:42 am", 1-07-2008)


Sin duda alguna, cierto designio olímpico que desconozco obliga a las musas a trabajar sólo por la noche, y es por eso que el proceso de crear está correlacionado negativamente con el de dormir. La concomitancia de ambos, lógicamente, es imposible, pero es que, además, parece ser también imposible que las letras se adhieran al papel cuando aún no ha oscurecido ahí fuera. Así que, si te dedicas a esto, ya sabes, duerme durante el día porque por la noche tendrás que decidir qué es lo que más te conviene: acunarte con Morfeo o darte una vuelta por la luna con Calíope. Ambas opciones son irreconciliables. Avisado quedas. Se siente.

Ésta es, entonces, la razón de que el día de hoy, primero oficial de mis vacaciones, habiendo dejado atrás los exámenes tras un curso agotador y a punto de disfrutar de un largo verano, sea incapaz de estar tendida y durmiendo a pierna suelta, como todo hijo de vecino y como yo misma merezco. No sólo no estoy roncando ahora, cuando ya pasan de las tres y media, sino que, encima, mis manos se empeñan en desobedecer las órdenes que mi sistema nervioso, al borde del colapso, les envía y toman vida propia ante el teclado.

Son las ironías de la vida del escritor, supongo: después de una tarde completa de darle vueltas y más vueltas a una idea que ha comenzado a tomar forma en tu cabeza, tienes que esperar hasta las dos de la mañana para verla convertida en una realidad, en este caso, en el primer capítulo de la última novela que amenaza con poner patas arriba mi salud física, mental y emocional durante los próximos meses. Y todo, gracias a cierto personajillo con el pelo naranja, metro ochenta de estatura, lentillas de colores y dry martini en mano, que desde hoy tiene un guión que aprenderse: el que yo le escriba.

No hay comentarios: